III

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— ¡Yumeno!

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— ¡Yumeno!

La maga se hallaba en su cama, boca abajo, por lo que Tenko no podía ver su rostro.

— ¿Nhaa?

— Yumeno, ¿estás bien? ¿Te ocurre algo?

— ¿Cómo entraste aquí? Puse un hechizo para asegurar la puerta.— Debido a la posición las palabras no se escuchaban tan claramente, aun así la maestra de Aikido prestó mucha atención y dio unos pasos adelante para facilitar el proceso.

— ¿De qué hablas? No lo tenía. Creo que olvidaste ponerlo.

— Nhaa, no es eso. Lo pensé y era un rollo hacerlo.

— Pero si acabas de asegurar que lo habías hecho... No importa. — Se puso firme y se acercó finalmente a la cama. — Levántate, quiero que me digas qué te sucede, por favor.

— No me pasa nada.

— Vas a tener que mejorar tus excusas si quieres que me lo crea.

— Ya he dicho que no me pasa nada. ¿No serás tú la paranoica? — Ni de loca Tenko sería tan estúpida como para tragarse sus débiles pretextos.

— ¡Claro que no! Sé que a ti te pasa algo. Yumeno, escucha, para de atormentarte a ti misma. Estoy aquí, quiero ayudarte a cargar ese peso. Créeme, con eso te sentirás mucho mejor.

— Nhaa, no estoy interesada. Vete ya.

¿Ella va a seguir con eso?

— No lo haré.

— ...

— Yumeno, ¿tanto quieres que me vaya? ¡Si es así, demuéstralo! ¡Dímelo a la cara!

— ...

— ...

La de menor altura no se inmutó, o al menos eso es lo que se pensaría al no poder descubrir su rostro de entre la almohada.

— ... Sal de aquí. — su voz resonó por la habitación. Tenko supo inmediatamente que llevaba un efecto contrario.

— Me voy.

El sonido de los pasos se fue cada vez opacando, seguidamente se escuchó un portazo. Cuando Himiko reaccionó, se levantó, miró vagamente a su alrededor y fue hacia la misma.

Giró la manija, vio el exterior. Volteó a ambos lados y no divisó a nadie.

Y antes de que pudiera cerrar la puerta...

— Ah, conque si te intereso.

— ¡¿Eh?! ¿N-no habías salido?

— Te levantaste, incluso fuiste a revisar si estaba por el pasillo. Vaya, ya es un buen avance.

Fue muy ingenua al creer que esa chica se rendiría tan fácilmente. Debió de haberlo visto venir.

— ¡Nhaa! ¿Por qué no te has ido?

Cuando el alma necesita llorar | TenmikoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora