Prólogo: De marimos desafortunados y viejas brujas vengativas
El Shin Sekai es un gran mar. Conocido por ser la segunda mitad del impredecible Gran Line es, sin duda, el lugar donde los piratas, tras superar los retos impuestos durante la primera parte de su viaje, son realmente puestos a prueba. Salvaje, peligroso y lleno de vida, el Shin Sekai es un lugar solo adecuado para lo más fuertes.
Pero, dejando de lado las cientos de zonas de ese mar donde podrían estar ocurriendo acontecimientos peligrosos e interesantes, nos vamos a centrar en una pequeña isla comercial sin demasiado ajetreo, dónde rara vez ocurre nada digno de mención (O eso parece, porque si no, no estaríamos aquí).
Y es que en esta tranquila islita, está a punto de suceder un desas… algo bastante particular, que involucra a alguien a quien conocemos. De hecho, en este instante por las calles de la isla pasea (o da vueltas sin rumbo, si queréis ser más exactos) cierto espadachín peliverde, perteneciente a cierta tripulación bien conocida por todos nosotros.
Sí, en esta pequeña y tranquila isla han desembarcado, con el fin de conseguir provisiones (traduzco: con el fin de conseguir comida antes de que Luffy recurriera al canibalismo), los archiconocidos Mugiwara. Y sí, el que en este instante está, como se dice en mi tierra, más perdido que un requinto (que ni idea de lo que es, pero suena bien puesto aquí), es nada más y nada menos que el segundo de a bordo del futuro Rey de los Piratas, Roronoa Zoro.
Y os preguntaréis, ¿Qué hace Zoro dando vueltas sin rumbo él solo por la isla? (y yo vuelvo a traducir: ¿quién ha sido el idiota al que se le ha ocurrido dejarlo solo? ¡Podría acabar en la Isla Gyojin o flotando en medio del océano!). Pues bien, en defensa de los mugiwara podemos decir que el espadachín estaba… ¿cómo decirlo? De tan mala leche que si alguien se le acercaba a menos de tres metros lo convertía en oni guiri.
Oh, sí. Últimamente Roronoa Zoro estaba de un humor aún peor del habitual. Algo bastante difícil si tenemos en cuenta que este hombre vive reprimiendo sus instintos asesinos. Y esto tenía una sola razón.
-Soy completamente imbécil. Un completo y profundo baka.- ese era el pensamiento que más se repetía en la mente del kenshi. Durante las últimas tres semanas, nuestro espadachín ha dedicado mucho tiempo a auto torturarse con una sola idea.- ¿Por qué me tiene que pasar esto? ¿A mí? Que le pase a ese idiota de Sanji, normal, pero ¿yo?
¿Alguien ya entiende todo este drama? ¿No? Es muy simple. Tres semanas atrás, el férreo autocontrol al que Zoro lleva sometiéndose desde hace casi tres años se fue al diablo. Simplemente, pasó. Hace tres años, Zoro se juró a sí mismo que nada ni nadie se interpondría en el camino de su sueño ni en el de su capitán, y hasta ahí todo bien. Durante un tiempo, no hubo nada que pusiera en peligro ese juramento. Ni distracciones ni nada que lo hiciera dudar.
Y entonces, llegó ella.
¿No? ¿Todavía nada? Pues sigo.
Nico Robin, por aquel entonces Miss All Sunday, sentada sobre la baranda del Merry, sonriendo como un demonio. En el instante en el que la vio, el estomago del joven espadachín se contrajo y el corazón se le puso en un lugar cercano a la tráquea. Durante un minuto, lo único que vio fueron un par de deslumbrantes ojos azules que lo desarmaron por completo. Quería acercarse a ella, y no precisamente con intención de herirla. Pero, por suerte, su cerebro le recordó que lo que tenía en frente era una enemiga y desterró todo a un lado. Control absoluto. Ella era el enemigo. La derrotarían y él no volvería a tener que controlarse de esa forma nunca más. Todo correcto.
Y entonces llegó la catástrofe. Ella surgiendo de las profundidades del Merry y declarándose nakama. Luffy aceptando. Todos cediendo a su encanto. Y él…
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De las katanas y colmillos
FanfictionSpoiler :Todos sabíamos que el sentido de la orientación de Zoro lo acabaría metiendo en problemas, ¡pero esto supera todos los límites! Ahora, tiene que encontrar una solución... o Robin se quedará con una nueva mascota. Eso si, siempre hay formas...