Capitulo 6

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Capítulo 5: De humo de tabaco y el rítmico sonido de las gotas al caer

Era ya medianoche en el Shin Sekai, y en una pequeña isla comercial, la banda pirata de Mugiwara no Luffy descansaba tras un día que había sido muchas cosas, excepto apacible. A estas alturas, cualquiera diría que están acostumbrados a la locura, el drama y las dificultades, pero, simplemente, hay días que superan todas las expectativas en lo que a problemas se refiere.

En ese instante, la banda dormía apelotonada en la cabaña de la supuesta vidente certificada, más conocida entre ellos como la hermosa Circe o esa arpía estafadora, depende de a que miembro de la banda le preguntes. Sanji y Luffy dormían uno a cada lado de la puerta, preparados para cualquier ataque. Usopp, Franky y Brook lo hacían apoyados en la mesa, aunque en el caso del esqueleto era más bien despatarrado sobre esta. Una agotada Robin dormía acurrucada en un rincón, con Chopper en su regazo. Y Nami… bueno, ella se había ofrecido a hacer guardia junto al convaleciente kenshi-tigre, que permanecía con su ojo sano cerrado, pero completamente despierto.

¿Quién puede dormir sabiendo que alguien a quien quiere está completamente roto por dentro?

Nami se culpaba por ello. No se había dado cuenta de los miedos que aún llenaban a su amiga, y de lo que estos hacían con ella. Había creído que la morena lo había superado, que ellos la habían salvado. Estaba equivocada y no sabía cómo arreglarlo. ¿Pero qué podía decirle ella a Robin, si sus propios recuerdos aún la hacían despertarse llorando demasiadas noches?

En cambio, Zoro no podía sentirse culpable por ello. Preocupado, enfadado, era más exacto. Tenía miedo por Robin. Y estaba furioso consigo mismo por no haber sabido ver lo que tenía ante las narices. Puede que ellos la hubieran ayudado a recuperarse en parte, pero la vida de Robin no se reducía a un solo momento de dolor, sino que se componía de miles de heridas y golpes dados, en muchos casos, directamente al alma. Todo lo que había tenido que hacer para sobrevivir… era algo que el kenshi no quería siquiera pensar.

Pero ya era hora de que Robin se liberara. Y él iba a ayudarla. Era hora de que aceptara sus emociones y supiera que él no iba a irse. Porque Roronoa Zoro sabía algo con certeza. El mundo podía acabarse, el mar podía secarse y el cielo hacerse pedazos, pero él nunca iba a dejar de amar a Nico Robin.

Y conseguiría que ella lo comprendiera.

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Mientras, alguien permanecía fuera de la cabaña. Circe fumaba con aire ausente, observando en silencio las estrellas por encima de su cabeza. Quizás lo mejor de vivir en un sitio tan apartado era precisamente eso. La interpretación del cielo era parte de su trabajo, una que le gustaba especialmente. Aunque últimamente le revelaban cosas aterradoras.

¿Qué será al final? ¿Quién ganará esta lucha de voluntades?

-Las estrellas están a miles de kilómetros, niña. No van a decirte nada que merezca la pena saber.

Circe se sobresaltó. A pocos metros, mirándola con un gesto que era en parte de burla y en parte de desprecio, la bruja se refugiaba bajo la sombra de un árbol. La luz de la luna apenas lograba mostrar sus rasgos, pero si su gesto y aquella sonrisa que Circe odiaba. Como si ella fuera superior.

-¿Te divierte lo que has hecho?,- le espetó, dando un paso hacia ella,- ¿Sabes lo que estás provocando con tus juegos?

-¿Yo?- la anciana puso una falsa mueca de inocencia, que se difuminó en una sonrisa macabra,- yo no juego nunca, niña. Lo hago todo con un propósito. Que tú no seas capaz de apreciarlo no es mi problema.

De las katanas y colmillosDonde viven las historias. Descúbrelo ahora