Viernes, 15 de septiembre.
Kendall
A veces se me hacía difícil descifrar el hecho de cómo una persona podía llegar a considerar su alrededor como un lugar que estaba ajeno a lo que alguien podría estar pensado, sintiendo, e imaginando. Era aquel sentimiento de estar en un lugar, y por más que sabemos que estamos cercanos, es posible sentirse alejados de todos. Casi como si fuera posible crear una especie de burbuja en la cual solo está incluida tu mente y tal vez tu alma, porque mencionar de manera física sonaría un poco absurdo.
Antes pensaba que tener la mente en las nubes era poco probable, pero cuando lo experimentas es difícil de negarlo.
En mi opinión, no solo podemos tener la mente en las nubes. Qué tal seria el hecho de que tu mente esté tocando tierra pero esté en un conflicto para sentirse parte de lo que está pasando en ese momento. Y por eso no queda más de otra que subirse a una nube.
Al igual que ahora, en mi presente.
Un pequeño grupo de chicas estaban a mi alrededor.
No soy de grandes grupos de amigas. Podía decirse que de cierta manera me gustaba darle exclusividad a las personas. ¿Era asocial? No. ¿Odiosa? Tampoco. Y creo que puedo considerarme como una persona que puede llegar a hablar hasta por los codos, pero algo que si hago, es que me dejo llevar por la primera impresión.
En el sentido de que, si siento que de cierta manera no eres alguien agradable, o que al menos no muestra interés en hablar. Tendría dos opciones. O buscaba de sacarte un poco de interés para darme cuenta por mi misma que no eres una persona antipática.
O podia evitar alguna vez tener que hablarte, porque si llegaba a tenerte en frente, tendría que fingir y no ser grosera. Y por mi bien, prefería no ser de cierta manera hipócrita.
—¿Alguien más escuchó sobre el chico suicida? —pregunto una de éstas. Aunque sentía que no estaba prestando atención a lo que estaban haciendo, era imposible no poder escuchar lo que hablaban cuando una hablaba y las demás se callaban.
—Si —respondieron las chicas restantes al unísono. Las cuales eran dos. Ashley y Annie.
—No puedo creer que alguien con ese atractivo quiera hacerse algo contra si mismo.
—No creo que se trate de ser atractivo o no —intervine sin mirar a la chica.
Mi atención estaba puesta en nada específico. Más bien, creo que solo miraba las personas que pasaban por el pavimento cercano a nosotras del pequeño parque.
Sentí la mirada de la chica en mí y la observé. La chica me miró para chasquear su lengua dándome un punto a favor.
Levanté mis cejas encogiendome de hombros en mi puesto.
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La generación del por qué ©
Teen FictionUn grupo de adolescentes del último año enfrentan las expectativas de ser adolescente. Por concidencias externas específicamente siete alumnos, con personalidades distintas, pensamientos diferentes, y actitudes nada parecidas, se reúnen después de q...