Theo
Riley Rojita: No.
Rápidamente deja de aparecer que ella está en línea, y yo levanto la mirada de mi móvil para ver que está recta en su puesto. Heather le comenta algo y ella asiente. Okey...
Mi pareja de trabajo es un chico del equipo de fútbol, quien no asistió el primer día de la semana. Lo ayudo a terminar el trabajo entre tanto el docente se encarga de solicitar los trabajos por grupos. Cuando estoy sentando en mi lugar, siento el puesto vacío que ha dejado mi compañero —quien ahora está hablando con el docente— siendo ocupado por un chico que conozco muy bien.
—Hola de nuevo, amigo —me saluda Dylan, quien me empuja por el hombro, y le correspondo el saludo, dándole un leve empujón—. ¿Cómo van los preparativos? —me pregunta ansioso y nuevamente correspondo a su ansiedad.
—Pues ya lo sabes, este sábado: día de festejo —bromeo y el saca algo de su bolsillo: su teléfono.
El docente está distraído con los estudiantes que están dando las defensas de los trabajos, así que es permitido poder sacar el teléfono. O eso creo.
—He invitado a estas chicas —me inclino y me muestra las imágenes de algunas chicas. Asiento restándole importancia. Invitados son invitados—. No hemos seguido la conversación sobre con quiénes empotraremos ese día —comenta.
—¿Siguen usando esa palabra? —pregunto en broma—. Me hace sentir que soy una especie de caballo. ¿Zoolofia como fetiche? No.
Se ríe. —Todavia estoy buscando a la chica con que follaré ese día —me comenta—. Lo más probable es que hable con cinco chicas para ver cuál de todas podrá darme... su respeto —eleva ambas cejas sugerentemente—. Tatiana saldrá de la ciudad con su familia, irán a un retiro espiritual, o una mierda así me contó. Así que es poco probable que se me junte el ganado.
Honestamente, no sé cómo explicar la extraña relación que hay entre esos dos. Tatiana es ese tipo de chica que tenía un atractivo llamativo, no pasaba desapercibida. El problema erradicaba en una cosa: su boca. Si su boca, las cosas que salen de ella, como actúa o como se comportaba, fueran igual de coherente a su apariencia, sin dudas sería una chica agradable. Pero la verdad es que hasta las mismas serpientes se atraen con su mismo veneno. ¿Quién era la otra serpiente? Dylan. Él ha sido mi amigo desde hace mucho tiempo, no tengo problemas con él. Nunca me meto en sus asuntos y siempre le soy la voz de razón cuando debo dársela. No me gustaba meterme en sus problemas. ¿Para que hablar y repetir las cosas cuando igualmente no me haría caso?
Ambos podían ser la parejita perfecta de los programas adolescentes: la chica popular y el chico que juega para el equipo de la escuela.
Yo conocía todo lo que pasaba en su relación, y no porque precisamente yo quisiese saber.
Dylan no era un chico que fuese muy reservado o pudiese mantener la fidelidad. Un hombre no le puede cuestionar la infidelidad a otro...
En sí, soy una persona que pudiese llevarse bien con cualquiera, por las buenas o por las malas. Pero... Esa chica, Tatiana, no radiaba en una energía agradable, y quién soy yo para cuestionarla. Por eso nunca me he llevado con la novia de Dylan, además que en algunos momentos donde tuvimos la oportunidad de estar solos, sus otras intenciones no se me pasaron por desapercibida.
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La generación del por qué ©
Novela JuvenilUn grupo de adolescentes del último año enfrentan las expectativas de ser adolescente. Por concidencias externas específicamente siete alumnos, con personalidades distintas, pensamientos diferentes, y actitudes nada parecidas, se reúnen después de q...