capítulo 4

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Al día siguiente, sonó la alarma a las 5:00am. No sé por qué, ya que los entrenamientos oficiales empezaban a las 6:00am; además de que era domingo y ese día no había entrenamiento.

- Maldita sea, Aldo, apaga tu alarma—se quejó Stiglitz bajo las sábanas. Me causó gracia en cierto punto.

- Ya voy, cálmate—bufó Aldo y apagó la alarma para seguidamente salir del cuartel.

Ya había despertado, así que esperé media hora más y aproveché que los demás seguían dormidos para cambiarme y salir a tomar aire fresco. Volví a colocarme mis botas y salí del cuartel, con mis manos dentro de la chaqueta militar, ya que por las mañanas hacía más frío que en el resto del día. Me alejé un poco del cuartel para admirar el amanecer y sentir un poco el calor de los rayos del sol. Creí que estaba sola, hasta que escuché unos pasos tras de mí.

-,Buenos días, Amalia—dijo Donny llegando a mi lado.

- Buenos días, Donny—sonreí. — ¿Has decidido levantarte también?

- Sí, a veces lo hago de una vez cuando oigo sonar la alarma de Aldo—alegó.

- ¿Qué va a hacer tan temprano?—pregunté curiosa.

- A correr alrededor de la brigada—se cruzó de brazos—dice que lo mantiene activo, debe ser verdad porque nunca se calla—bromeó y yo carcajeé.

- Tienes razón—reí— ¿Y lo hace todos los días?—volví a preguntar y Donny simplemente asintió—vaya, debe estar motivado

- O aburrido—añadió Donny—dentro de unas horas te explicaremos toda la estrategia que llevaremos a cabo a partir de mañana—expresó—llevamos planeándola por meses y parece estar bien, y con tu llegada será más fácil—sonrió.

- ¿De verdad?—imité el gesto—admito que me siento halagada, llevo sólo horas con ustedes y lo único que han hecho ha sido halagarme, creo que puedo acostumbrarme a eso—reí.

- Es que eres muy buena con las armas—dijo—te he visto repetidas veces entrenar y tienes muy buena puntería

- Gracias—asentí.

- Espero que le enseñes bien a Smith—rió—el pobre tiene los nortes cruzados

- Yo lo arreglaré—me uní a su risa—igualmente, desde que llegué ha estado entrenando con Aldo todos los días, tan malo no debe ser

- Sí, es así, pero bajo presión no es muy eficiente—comentó—cuando atacamos un camión de cargas nazis, falló unas tres veces y casi pone en riesgo la operación

- Vaya, pobrecillo—torcí los labios—espero enseñarle bien

- Sé que lo harás—me guiñó el ojo— ¿Quisieras ir a desayunar antes de que todos los demás despierten?—preguntó señalando hacia la base central.

- Sí, buena idea—lo señalé y ambos empezamos a caminar hacia la base, hasta que Aldo apareció tras nosotros.

- No se atrevan a desayunar sin mí—se escuchó la voz de Aldo con la respiración agitada a nuestras espaldas para luego colocarse a mi lado.

- ¿Cómo estuvo el recorrido, teniente Raine?—le pregunté bromeando.

- Maravilloso, me siento genial—sonrió contestando y Donny negó con la cabeza sonriendo.

Aldo, Donny y yo caminamos hasta la base central donde servían la comida para toda la brigada. Al ser las 6:00am de un domingo libre de entrenamientos, tuvimos que esperar unos quince minutos para que la comida estuviera lista, pero eso no fue un inconveniente, ya que pudimos hablar cómodamente hasta que el cocinero de la brigada nos llamó para servirnos. Luego de media hora, los demás bastardos aparecieron sentándose junto a nosotros.

- Buenos días, chicos—sonreí al verlos con cara dormilona.

- Buenos días—respondieron al unísono con voz apagada.

- Aldo ¿cuándo dejarás de creerte atleta olímpico para no levantarte temprano cada día?—se quejó Stiglitz.

- Creo que nunca—se encogió de hombros—ahora por qué no van y desayunan de una vez, tenemos que explicarle todo nuestra estrategia a Milani para mañana—les ordenó y los tres se levantaron en busca de comida.

- ¿Crees poder memorizar toda la estrategia hoy?—me preguntó Donny.

- Claro que lo hará—interrumpió Aldo respondiendo por mí—sólo mírala, parece ser muy inteligente—sonrió sin enseñar su dentadura—ah claro, eso ya lo haces siempre—rió Aldo haciéndome abrir mis ojos lo más que pude y Donny bajó la mirada. ¿A qué mierda se refería?

- ¿Qué?—espeté esperando una respuesta de su parte. Donny se aclaró la garganta y se levantó de la mesa.

- Iré adelantándome a la sala de estrategias, los espero allá—finalizó y justo antes de irse le dio un golpe en el hombro a Aldo para retirarse rápidamente.

- Ay—se quejó Aldo pero sin dejar de reírse.

- ¿Podrías explicarme qué acaba de pasar?—insistí impaciente.

- Nada, nada—alzó los brazos.

- Aldo, dime—dije ahora firme.

- Quisiera poder decirte, de verdad, pero no puedo—suspiró recostándose en el respaldar de su silla—además, Donny debe estar esperando por mí con un bate en la sala de estrategias

- Dios, no te entiendo—bufé para cruzarme de brazos. Al instante de eso, llegaron los demás y Aldo cambió de tema radicalmente, dejándome bastante confundida. ¿Qué había querido decir Aldo para que Donny se molestara así? En realidad, no tengo ni la menor idea.

- Amalia, tengo unos libros que llevaré conmigo cuando salgamos mañana—dijo Wicki—ya que me gusta leer de noche, así que, si te interesa alguno, sólo pídemelo—sonrió.

- Aw, gracias, Wicki—le sonreí de vuelta—seguramente lo haré, ya que el que tengo lo he leído muchas veces—reí.

- ¿Después de que te hayamos explicado las estrategias iremos a entrenar?—me preguntó Smith.

- Seguro que sí—le asentí amablemente y él sonrió, para luego seguir comiendo.

- ¿Sabes lanzar cuchillos?—me preguntó raramente Stiglitz.

- Lo siento, pero no—me encogí de hombros.

- Debes aprender, te enseñaré para que no seas tan inútil—añadió y siguió comiendo. - - Supongo que esa era la forma de decir que quería expandir mis habilidades y él estaría a gusto de enseñarme. O sólo me lo estoy inventando para que lo que dijo no haya sonado tan duro.

- Vaya, gracias, eso será genial—respondí asintiendo, luego dirigí mi mirada a Aldo que sonreía levemente negando con la cabeza.

Después de unos 10 minutos más, los demás terminaron de comer y todos juntos nos dirigimos a la sala de estrategias donde ya se encontraba Donny, con muchos mapas sobre la mesa y trazando algunas líneas sobre este. Cuando estuvimos todos alrededor de la mesa, empezaron a explicarme cuál sería su estrategia para acabar con más nazis de los que pudiéramos desde fuera, hasta llegar a Berlín, donde se encontraba el creador de la odisea; Adolf Hitler. Me parecían muy buenos planes, ya que todo tenía un plan B y hasta plan C, en caso de que algo saliera mal. Parecían muy preparados, así que eso me intimidó un poco ya que sentía algo de presión en no equivocarme en nada ni colocar la operación en riesgo en mi primera misión en campo junto a ellos.

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¡Lo prometido es deuda, disfruten!

GRACIAS POR LOS COMENTARIOOOOOSSS<3

Había una vez en Francia Nazi...Donde viven las historias. Descúbrelo ahora