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—¿Ya tienen nuevas ideas? —pregunte llegando al granero.

—Siempre fresca —dijo Gata con una sonrisa.

—¿Alguien que no sea Gata?

—¿Quedaría un poco de break dance? Es que lo he estado practicando últimamente —dijo Venado.

—Es una opción, pero lo tendrían que hacer tres personas, como mínimo.

—A mí también me sale —dijo Cebra.

—Yo tal vez podría intentarlo —dijo Perro.

—Entonces solo falta encontrar un espacio, ¿Gata?

—Si si si, ya lo estuve pensando, ¿qué tal en el segundo coro?

—Intentémoslo.

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Avanzamos media canción, pero aun hacía falta práctica, pero ya todos estábamos muy cansados y decidimos irnos más temprano.

—Tigre, ¿vienes? —pregunto Maciel.

—No veo porque no —contesto encogiéndose de hombros.

—¿Lo ves? Se conocen, no me dirás que es coincidencia —me dijo Finn

—Cállate, ¿sí? —dije rodando los ojos.

—¿Qué? ¿Tanto quieres saber quién soy?

—Si quisiera saber quién eres, ya lo hubiera descubierto. Aparte de que todos conocemos tu tatuaje en el tobillo.

—Así que eres observadora, cada día me cautivas más —dijo Maciel abrazándome por los hombros, a lo que me sonroje, pero no se notaba por el maquillaje.

—Sí, sí —dije palmeando un poco su brazo.

—Hey, te dije que es mía. No la toques, animal —dijo Finn golpeándolo en el brazo.

—Dile eso a Raina —dije para molestarlo.

—¿Finn? ¿En serio? ¿Raina? —pregunto incrédulo Dan.

—Ay, por Dios. Ustedes dos me las van a pagar —amenazo Finn, a lo que Maciel y yo reímos.

—Bueno, aquí los dejo —dijo Dan cuando llegamos a la famosa esquina.

—No puede ser —susurre golpeándome la cara.

—¿Quieres que te acompañe? —me pregunto Maciel, que escucho mi quejido.

—No, creo que podre soportar al idiota este.

—Te escuche.

—Buena suerte —dijo Finn, me empujo y jalo a Maciel del brazo para echarse a correr.

—Estúpidos.

—¿Tanto me odias, bonita?

—No sabes cuánto.

Empecé a caminar dejándolo atrás, al parecer vivimos cerca por que en ningún momento se desvió de mi camino.

—¿Siempre tomas este camino? —pregunto Dan.

—¿Te importa?

—Es peligroso andar sola por las calles, y más a altas horas de la noche.

—Qué bueno que te pregunte.

—Si siempre tomas este camino, ¿Por qué nunca te he visto por aquí?

—Yo que sé.

—¿Siempre te regresas con esos soquetes?

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