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—¡Con un demonio! A ambos los crie, ¿y ninguno de los dos me tiene confianza? Por dios, Maciel, eres mi hijo. Dios santo, Finn, te quiero como a un hijo. ¿Porque me ocultaste esto?

Los hermanos estaban avergonzados, nunca imaginaron que las cosas pasarían así, pero nunca se arrepentirían, ver a su amiga feliz era algo que ambos disfrutaban.

—Kenia, ya puedes pasar a verla, sigue débil, trata de no ser dura con ella, ¿sí? —dijo Miriam.

Kenia se levantó, volteo a ver a los hermanos y se llevó con ella al menor. Ambos fueron al cuarto de Keira. Entraron y su mamá estaba inconsolable ¿Acaso ella no era una buena madre? ¿Le dio muchas responsabilidades a su pequeña?

—Kenia, deberías ir tú primero —dijo el pelirrojo.

¿Cómo era posible? ¿Acaso no había notado su cambio de actitud, sus salidas nocturnas, sus noches de desvelo? ¿Alguna vez cuido bien de su hija? Verla tan débil, por la misma situación de hace un año, le remordía la consciencia.

—Ella es fuerte, volverá a estar bien. Lo sabes, ¿no? —ya no sabía de qué manera más consolar a la pobre madre de su amiga.

—Lo sé, lo sé.

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—¡Maldita Keira! ¿Cómo se atreve?

—Deja de hacer un drama, ¿quieres?

—¿Drama? ¿Yo? ¿Por qué mierda no nos dijo?

—¡Deja de pensar solo en ti! ¿No recuerdas como quedó después de lo de Max? No salió de su cuarto en casi 6 meses. Maldita sea, Orson. ¿Qué tanto le tuvo que afectar que empezó a bailar escondida? ¿Y sin decirnos?

—Pero...

—¡Pero nada, carajo! No quiero perder a mi mejor amiga. Aún no sale de su casa, ¿sabes lo que significa? —el contrario asintió—. No quiero que vuelva a aislarse, que no tenga contacto con nadie más que su madre —las lágrimas empezaron a correr por sus mejillas—. No creo soportarlo de nuevo —dijo sollozando, a lo que él corrió a abrazarla.

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