Corre boludo que nos alcanza Firulais

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Faa, qué buena que estas, rubia. - Toga no entendía que le decían, pero pensó que aquellos tipos feos no se verían bonitos cubiertos de sangre.

- Toga-chan, no te alejes mucho. Aquí todos parecen ser malas personas. - Twice merodeo alrededor de la chica para cuidarla. Dabi rodó los ojos.

- Nosotros somos villanos, idiota. Apúrense, tenemos que encontrar al niño que tenemos por líder antes de que entre en crisis. -

- Pero no sabemos ni dónde estamos nosotros, ¿Cómo vamos a encontrar a Tomura-kun? - Preguntó Toga, Dabi suspiró dándose cuenta de que - extrañamente -, tenía razón.

- Es ahora de que me doy cuenta de que son todos unos inútiles, son solo una bola de bastardos maniáticos. -

- Tú también eres así. -

Esa contestación tan simple y libre de insultos lo hizo extrañar a su líder. Tomura ya le habría soltado todo un diccionario de malas palabras y maldiciones. No es que le gustará que lo insultaran, ni que fuera masoquista, es solo que cuando era Tomura quién soltaba todas esas tonterías tenía cierta gracia.

- Sea como sea tenemos que encontrar a Tomura es él quien tiene todas nuestras cosas y el dinero. No vaya a ser que el bastardo se largue sin nosotros. -

- Sinceramente dudo que lo haga, no porque no quiera, porque seguro que si pudiera lo haría sin dudarlo. Sino porque a veces dudo que sepa siquiera comprar pan solo, Kurogiri siempre lo ha cuidado y mimado. Y ahora ya no está, por eso terminamos así. -

¿Cuando fue que, Toga la loca, se había vuelto la racional del grupo? Sin duda las cosas parecían salidas del mundo del revés.

Con Tomura:

- ¿¡Qué haces parado en medio de la calle, pelotudo!? Si esperamos a que el pibito se mueva, Mirtha Legrand se jubila. -

Tomura no entendía lo que el señor gordo y calvo le gritaba, pero estaba seguro de que no era una bienvenida. Entre bocinazos y abucheos, se hizo a un lado aturdido.

Al llegar al puerto porteño habían sido interceptado por héroes y se habían visto obligados a huir - separándose en el proceso - debido a que los superaban en número. Los hombres que debían estar esperándolos para guiarlos nunca llegaron. Quizás se tratara de una tradición, sea cual fuera la situación, en cuanto se reuniera con sus compañeros y tras destruir lo más posible; tomaría lo que había venido a buscar y se largaria.

Lo poco que sabía era que se encontraba en Buenos Aires, y que el nombre no pegaba para nada. La capital estaba llena de gente ignorante que andaba de aquí para allá, hablando con voz fuerte y haciendo ruido con sus inútiles artefactos modernos. Si fuera por él los habría reducido a cenizas de inmediato, pero estaba en clara desventaja: a Merced de héroes desconocidos y en un país ajeno. Podrá ser estúpido pero no idiota. ¿O era al revés?

Su mal humor y nerviosismo no hacía más que aumentar, pronto tuvo nuevas heridas en el cuello. Perdió la calma cuando chocó con un chico robusto pero con cara de bebé, tendría máximo ¿Dieciséis años? Y sin embargo le llevaba unas dos cabezas y era el doble de él, maldito traga esteroides.

- ¡Muévete maldito gorila! Suficiente tengo con todo lo demás. - Exclamó furiosamente furioso, listo para desintegarlo.

- ¿Eh, estás perdido? - Se detuvo en seco, el chico hablaba en en español pero él podía entenderlo perfectamente, Satán fuera, hoy no te invoque.

- ¿Qué? -

- Que si estás perdido. - Repitió como si hablara con un retrasado o algo así.

- No, eso no. Es decir, estás hablando en español pero puedo entenderte aunque nunca estudie el idioma. -

- ¡Ah eso! -

Si eso inútil, rodó los ojos y espero a que se explicará.

- Es mi don, Comunicación, puedo hacer que cualquier conversación sea comprensible, rompiendo las barreras del idioma. A mí alrededor todos podrán comprender las palabras dichas aunque sean de diferentes partes del mundo. - Se contuvo de decir que era un don increíble, porque él es muy malote y no da cumplidos. Sonrió cuando se dió cuenta de que podía utilizarlo para su conveniencia, tenía cara de lelo.

- Bueno, mira justamente me encuentro perdido. Mis compañeros y yo nos separamos y necesito encontrarlos. -

- Toma, te presto mi celular para que los llames. - Tomura tomó el celular agradeciendo, miró el celular y al lelo y se sintió la persona más estúpida del mundo.

- No sé su número. -

- Que cagada, bueno amigo, si querés te puedo acompañar a la comisaría más cercana o... Mira, ahí hay un héroe, podemos pedirle ayuda. -

- ¡No.... Quiero decir... Yo, ya sabes jaja, es un poco vergonzoso pero yo, yo... ¡Tengo un trauma con los héroes y policías! Si, eso. -

- Por cierto, necesito un lugar donde pasar la noche. Tengo dinero, puedo pagarte si me das un lugar en tu casa. - Arremetió antes de que el chico contestará. Él pareció pensarlo.

- Bien, okey. Después vemos cómo encontramos a tus amigos. Soy Rodrigo, pero me dicen Go.  -

- Soy Shigaraki Tomura. -

- ¡Ah! Sé que los japoneses nombran primero el apellido, así que tu nombre es Tomura. -

- Llámame Shigaraki. -

- Ya quisieras, Tomura. -

Go lo guío a través de Buenos Aires con creencia de guía de turistas, subieron a un autobús llenó de gente que lo miraba sin disimuló y comentaba en voz baja quién sabe que cosas. Luego de veinte minutos se bajaron en una parada poco iluminada y con olor a baños públicos, caminaron por una calle de tierra y un perro salió a correrlos hasta que entraron en la propiedad de Go.

- ¡CORRE BOLUDO QUE NOS ALCANZA! - Había gritado Rodrigo antes de salir pitando con el rostro asustado.

A Tomura no le daban más las piernas y el corazón, lo peor era que solo era un perro de raza pequeña. 

La casa que se alzaba sobre ellos era sencilla, demasiado para lo que acostumbraba ver en Japón, de un solo piso, gris, con un ventanal cubierto por rejas y una cortina rosa pálido. Go abrió la puerta con una llave plateada e inmediatamente el olor a comida los llenó, el lugar era mucho más lindo por dentro. Observó las paredes pintadas de un sutil naranja mientras caminaba por un largo pasillo, primero se toparon con dos aperturas de extremo a extremo, del lado derecho la cocina y del izquierdo una pequeña sala de estar.

Go lo guío hacía la cocina donde una mujer bajita y robusta pero con una belleza que no era opacada por los años.

- ¿Rodrigo? Ya era hora, parece que te olvidaste de que vivís acá. ¿Y quién es este pibe? Te dije que dejes de traer vagos. -

- Ma, esos vagos son mis amigos. Y este es Tomura, es extranjero y está perdido, se separó de sus compañeros cuando llegó y no tiene forma de comunicarse con ellos. Dijo que podía pagar por quedarse. - Explicó Rodrigo señalandolo.

- De eso nada, no hay necesidad de pagar. Si es solo un nene, ¿Cuántos años tenés, pibe? ¿Tenés hambre? Vení sentate, te voy a servir. - La señora lo tomó de los hombros e hizo que se sentará en una silla de madera frente a una mesa con dos platos, puso uno más.

- Si, gracias, señora. - Fue todo lo que pudo responder abochornado.

- Podés decirme Claudia. -

Y de esa forma comenzó su estadía temporal en la casa de Claudia y Rodrigo, mientras se planteaba cómo encontrar a sus compañeros.

Varados en Argentina Donde viven las historias. Descúbrelo ahora