CAPITULO 9

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Los días comenzaron a pasar lentos y agobiantes para Gia quien aún no había descubierto la enfermedad del pobre arbusto que también tenía los días contados.
Gia había permanecido frente al árbol durante horas, lo había tocado, acariciado e incluso regado sin éxito pero la mayoría de las veces se dedicaba a sentarse frente a él, cerrar los ojos e imaginar que este comenzaba a crecer pero al abrir los ojos todo seguía igual. Gia había intentado que su madre le diera alguna pista, incluso había ido a pedir ayuda a Shira pero nadie estaba dispuesta a ayudarla, era obvio, era su prueba y nadie podía interferir.

Apenas había pasado la primera semana y pese a las advertencias de su madre, Gia ya había entrado en pánico en múltiples ocasiones, por muchas palabras esperanzadoras que le dedicarán su madre, Shira o incluso Kelz esta ya se había imaginado lo peor, tal vez, aquellas flores Buha solo hubieran sido un poco más lentas e iban a florecer de todas formas, siempre que pensaba aquello se le revolvía el estómago, solo de pensar que todo aquello había sido una equivocación se mareaba y aunque sus padres no pararan de decirle que tuviera paciencia, Gia era incapaz de mantenerse en calma por mucho tiempo, así que un dia, al levantarse y desayunar no se paró frente al arbusto, sino que aviso a su padres de que daría a dar una vuelta y nadie se opuso, tal vez su padre al principio pero, por sorpresa para Gia, fue su madre la que convenció a su padre de que la dejara y así se dejo llevar por su pies, durante toda la mañana por el colorido reino de Milkvar, que a aquellas horas, estaba abarrotado de gente. Muchos la miraban al pasar cerca de ellos e incluso vio a quienes la señalaban de lejos y susurraban entre ellos. El día del florecimiento gran parte del pueblo había estado presente, por lo que fueron muchos quienes vieron aquella proeza que ahora Gia dudaba de que fuera suya, todo aquello la incomodaba y solo provocaba que sus nervios y tensión causados por su primera lección aumentaran, así que pronto se vio alejándose de la marabunta de miradas. De alguna forma terminó en el gran puente que separaba el bosque del reino, luego sólo giró y un rato después de encontraba frente a las flores Buha.
A diferencia del día del florecimiento, en aquel momento apenas pasaba gente por allí, había quienes solo paseaban o quiénes trabajaban entre las flores, quienes, Gia descubrió, eran los recolectores de aquellas flores, lo hacían con especial delicadeza y, por supuesto, magia, pero un así el proceso era lento, los pocos recolectores que había miraban una a una cada flor, luego llevaban a cabo un conjuro que hacía que al tocar las flores, los pétalos se convirtieran en hermosas mariposas de mil colores que amenazaban con volar alto pero justo en el último momento, los recolectores hacían un movimiento con las manos que hacía que estás entraran voluntariamente a tarros de cristal que luego los recolectores se colgaban en un gran cinturón, sin duda, aquello debía llevar días.
Tras un rato observando a aquellos recolectores, Gia decidió acercarse a las flores más cercanas, no sabía por qué, tal vez para encontrar alguna pista en aquella flores, algo que la ayudará con el arbusto seco pero justo cuando comenzaba a alargar su mano hacia una de aquellas flores, otra mano la detuvo, Gia se llevó un gran susto al principio pero al alzar su cabeza se encontró con una amable sonrisa de uno de los recolectores, tendría su edad, tal vez unos años más que ella, sus ojos eran del color de la lima, pero más brillantes, tenía el pelo de un tono castaño muy claro recogido en una trenza que llegaba hasta sus hombros dejando ver los laterales de su cabeza completamente rapados, era alto y su piel era de un tono verdoso, como el de las aceitunas, algo más claro, pero sin duda, lo que más llamó la atención de Gia fueron el hermoso par de alas del mismo color que los ojos del chico, que además, no paraban de brillar, que salían de su espalda, era un hada, un chico hada más bien y justo le cogía la mano en aquel momento.
- No se pueden tocar las flores ahora, son muy débiles y el mínimo roce las haría polvo - no la estaba regañando, ni si quiera parecía una advertencia, más bien, solo parecía contarle algo pero justo en ese mismo momento el chico hada miró hacia sus manos unidas y apartó las suyas rapidamente sin decir nada.
- Lo... lo siento, no tenía ni idea - se disculpó Gia rompiendo aquel incómodo silencio.
- No te preocupes - dijo a la vez que se peinaba la media melena hacia atrás, pero justo entonces uno de sus dedos se enganchó en una de las trenzas que surcaban su pelo y solo lo incómodo más, y que una pequeña risa saliera de la garganta de Gia no ayudó, aunque el intentó ignorarlo.
- Eres la hija de Nadira ¿cierto?, te vi el día del florecimiento, cuando...
Gia suspiró.
- Si... cuando ocurrió lo de aquellas flores- aunque Gia no sonó muy convencida.
- No parece que te alegre mucho, sin duda hiciste algo muy importante - dijo el chico hada al ver la inseguridad de Gia casi grabada en su rostro.
- Si, lo sé... todo el mundo habla de la importancia que tiene lo que hice y no se... - el chico hada no habló más del tema pues descubrió que la chica no estaba muy entusiasmada por seguir hablando de aquello así que cambió rápidamente de tema.
- Bueno, mi nombre es Yarabar, recolector, como ya ves, encantado - le dijo tendiendo nervioso su mano pero sonriente, Gia le tendió la suya también.
Se quedaron unos segundos en silencio hasta que a Gia se le ocurrió que tal vez aquel recolector pudiera ayudarle en la búsqueda de una cura para su pequeño árbol, además, era un hada.
- Oye, tal vez te suene extraño- Gia no paraba de mover las manos por los nervios e intentó calmarse un poco sin éxito- pero me gustaría que me hablaras de cómo lo haces, recolectar flores Buha, ya que son tan débiles- Gia no supo como pero Yarabar accedió, tan solo la hizo esperar unos segundos y luego le dió todo su tiempo.

La dama de fuegoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora