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Si pudiera describir la escena con una sola palabra diría que era "caótica". Había dos hombres frente a mí agarrándose a golpes y yo no tenía idea de lo que debía hacer para detenerlos. Había intentado de todo: grité, amenacé e incluso empujé y me posicioné entre ambos pero lo único que había recibido había sido un empujón para que me mantuviera afuera.

¿Cómo habíamos llegado a eso?

Pues bueno...

Los miembros del grupo habíamos estado planeando salir todos juntos durante meses para celebrar el cumpleaños de Zachary y el día había llegado. Era viernes y a las seis con diez minutos de la tarde nos encontrábamos tomando unas margaritas en un restaurante que al enfermero Zachary Brown le gustaba mucho. Naturalmente, al ser su cumpleaños él no tenía que pagar y por eso se había aprovechado al máximo. Ese listillo había comido y bebido todo aquello que no iba a poder costear con su propia cartera.

El chico no era pobre ni ganaba poco, al contrario, lo que sucedía era que tenía la costumbre de ser demasiado tacaño con su propio dinero como para comprar todo lo que nos estaba haciendo gastar. Era un despilfarrador del dinero ajeno pero parecía un cajero dañado cuando se trataba de sus ingresos.

Estábamos riéndonos de experiencias graciosas de nuestra infancia y por lo general las peores y más graciosas las tenía Amely. Por ejemplo, nos había contado que cuando tenía aproximadamente ocho años sus primos y ella habían tenido una muy mala experiencia con las abejas. No dio muchos detalles sobre lo que habían hecho pero de mi cabeza jamás se iba a ir la imagen de una pequeña Amely sentada en un panal mientras era picoteada.

Después de que un par de que platos llegaran repletos de comida y se fueran de la mesa prácticamente limpios, el mesero regresó para preguntar si queríamos algo más. Calmamos nuestras risas tontas para poder pedir lo que a cada cual le apetecía.

Alrededor de una hora después decidimos salir del restaurante e ir a una discoteca donde el cumpleañero solía ir cuando tenía tiempo libre para vivir. Estábamos caminando en dirección a los autos y luego de unos minutos conduciendo llegamos a "The Hell". Nos burlamos del nombre del club y de los gustos del chico pero al final entramos al infierno en la tierra.

El lugar estaba abarrotado, no, lo siguiente. Allí no se podía caminar con libertad y el olor a alcohol y a sudor, era muy fuerte. Siempre que íbamos a un club o bar, hablábamos y tomábamos hasta estar lo suficientemente alegres para ir a bailar y esa vez no había sido la excepción. Absolutamente todas bailamos con Brown hasta cansarlo. Luego a mí se unió Greg, quien no dejaba de mover sus caderas al ritmo de la música.

Estuvimos un buen tiempo así hasta que decidimos sentarnos unos minutos para recobrar el aliento. Johana y yo quisimos ir a la barra para pedir más alcohol, sin embargo, mi amiga era preciosa y el chico que servía las bebidas lo había notado. Comenzaron a coquetearse descaradamente a lo que yo solo podía reír. Me quedé esperando a que intercambiarán números para luego poder volver a la mesa pero alguien hizo que mis intenciones de correr se adelantaran.

Johana me había advertido que creía haberlo visto y lo confirmaba, Abdel Davis se encontraba sentado a mi lado, mirándome sin ningún pudor o disimulo. Intenté irme con toda la paz interna que pude pero su mano tiró de mi muñeca hacia abajo, volviéndome a sentar. No me molesté en disimular el malestar que me ocasionaba su presencia e intenté irme una segunda vez pero ocurrió lo mismo. Ya algo alterada golpeé la barra, causando el sobresalto de mi amiga y su conquista.

— Necesitamos hablar. — Dijo sin una pizca de gracia en su voz y yo no pude evitar reírme secamente.

— Tú y yo no tenemos nada de qué hablar. Deja de tirar de mí y púdrete. — Giré la silla, dándole la espalda pero el muy maldito la volvió a girar con violencia, provocando que casi me cayera. Como resultado del movimiento violento quedamos cara a cara, demasiado cerca para mi gusto.

Podía escuchar los murmullos de mi amiga pero con la música nada era demasiado entendible. Mi cuerpo se movió solo a causa del coraje que sentía y lo empujé con fuerza, haciendo que cayera al suelo y que yo pudiera huir. Había comenzado a empujar a todo aquel que se metiera entre mi único objetivo: la maldita salida y yo.

A la distancia visualicé a Greg, quien me observaba con el ceño fruncido al ver mi notable malestar. Su dudarlo se acercó a zancadas y me tomó de la mano para llevarme al exterior del sofocante lugar. Antes de que pudiera explicarle lo que estaba sucediendo Abdel apareció frente a nosotros, visiblemente molesto y más aún cuando vio a mi acompañante.

— ¿Quién cojones es este? — Preguntó Greg al notar mi incomodidad.

— No es nadie, vámonos. — Intenté llevarlo conmigo pero no se movió ni un centímetro.

— ¿Qué no soy nadie? No me jodas Evalone. — Abdel rio secamente.

— ¿Qué te pasa? ¿Tienes algún problema con mi chica? — Preguntó Greg acercándose cada vez más a él.

No me gustaba por dónde estaban yendo las cosas.

— ¿Tu chica? Y una mierda. — Escupió con rencor para luego mirarme. — Tú y yo tenemos que hablar.

Iba a responder pero Greg se adelantó, algo que no me gustó en absoluto.

— Ustedes no tienen nada de lo que hablar así que date la vuelta y vete por donde viniste si no quieres problemas. — Estaba viendo una parte de mi pareja no pareja que no había visto nunca. Su voz se había vuelto amenazante al igual que su postura.

En un solo pestañear comenzaron los golpes de parte y parte. Se escuchaban gritos y jadeos de quienes pasaban por ahí mientras que yo me encontraba congelada en mi lugar. No sabía qué hacer hasta que por inercia comencé a gritarles y amenazarlos para que se detuvieran, cosa que obviamente no hicieron. Luego, lo más sensato que se me ocurrió fue empujarlos y meterme entre los dos pero solo había sido un gran error.

Solo había podido separarlos durante una milésima de segundos porque después fui fuertemente empujada como si fuera una muñeca de trapo. Había caído de trasero y mi coxis había sido el perjudicado a causa del impacto.

No hablé, me mordí los labios y cerré fuertemente los ojos durante algunos segundos para contener las ganas de gritar y llorar.

Fue entonces cuando Greg se dio cuenta de que me había empujado y dejó de golpearse con Abdel para ver cómo me encontraba. Podía escuchar que me preguntaba si estaba bien o si me dolía pero yo solo podía mirar el suelo mientras intentaba no llorar a causa del dolor. Se ofreció a llevarme al hospital pero me negué, estaba por sobrepasar mi nivel de coraje e iba a explotar.

Lo alejé constantemente y me levanté sola mientras posaba la mano en el área afectada. Jamás había imaginado que podría odiar a aquel hombre pero ahí me encontraba, sintiendo el mayor de los odios posibles.

— ¿Querías hablar? ¿Sobre qué? ¿Eh? ¿Sobre cómo desgasté mi vida y dignidad escribiéndole a una persona que jamás contestó mis malditas cartas? — Escupí con odio mientras él me observaba con confusión y que se hiciera el estúpido me daba más coraje.

— ¿De qué cartas estás hablando? Jamás recibí ninguna de tu parte. — Dijo Abdel con reproche.

— Te crees que soy estúpida, ¿no? Escribí más de cien estúpida cartas y ninguna fue contestada. Te importó muy poco saber que estaba embarazada y mucho menos si necesitaba algo o estaba sola a mi maldita suerte. Te importó una mierda que tu hijo muriera de hambre y que estuviésemos pasando necesidades, tantas que ni para comer tenía. Te importó una mierda y te seguirá importando lo mismo porque eres un puto egoísta. — Estaba llorando, lo sabía.

— ¿Tengo...? ¿Tengo un hijo? — Preguntó sin poder creerlo a lo que reí sin gracia.

— Vete a la mierda, Davis. — Me di vuelta y salí de ahí sin esperar a nadie.

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