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No tenía ni la menor idea de cómo ese par se había enterado del accidente de Evalone pero ahí estaban y yo no podía hacer nada para sacarlos. Los hermanos Davis, la que había sido su cuñada y el imbécil que la había dejado embarazada, se encontraban sentados cerca de la cama en donde ella yacía descansando. Aydan también estaba allí, pero yo lo tenía entre mis brazos para que ese par no se lo pudieran llevar. Todo el equipo estaba en guardia, vigilando cada uno de los movimientos que hacían la chica y el idiota.

La menor de los Davis sollozaba al ver lo frágil y lastimada que se veía Ev. Por otro lado, él no le había quitado los ojos de encima y de vez en cuando le tocaba la mano, el rostro o el cabello. Su tacto era con delicadeza para no lastimarla pero yo no quería que la tocara, no me gustaba. Otras veces miraba a Aydan y luego a mí, frunciendo el ceño en forma de reproche por no dejarlo acercarse a su hijo pero yo solo cumplía con mi deber, protegerlo. No podía descuidarme y que en un parpadeo el pequeñín ya no estuviera porque si eso llegaba a pasar Evalone nos mataría. Ella sería capaz de sacarnos hasta la última gota de sangre y luego ir a por ellos.

Habían pasado varios días desde el accidente y Ev aún no había despertado. Eso era normal porque su cuerpo primero debía recuperarse aunque fuera un poco para que ella pudiera despertar y lo sabíamos, pero aun así nos tenía de los nervios.

Aydan no dejaba de llorar y de preguntar si su mamá estaba muerta o si estaba enojada con él y por eso no lo miraba ni le hablaba. Leila, quien tenía más tacto que cualquiera de nosotros, se encargaba de decirle que su mamá solo se estaba recuperando porque estaba muy débil pero que cuando despertara le daría muchos besos como siempre. También le decía que si sonreía ella despertaría mucho más rápido y él al ser un niño se creía todo lo que Lei, con palabras cuidadosamente escogidas y endulzadas, le decía.

En esos días no nos habíamos separado prácticamente de ella, no la habíamos dejado sola ni un solo instante. Cuando uno de nosotros tenía que ir a cumplir con su deber otro lo relevaba y así nos manteníamos.

A medida que iban pasando las horas la idea de volver a golpearlo me era cada vez más tentadora. Mi mirada de desprecio caía consciente o inconscientemente sobre el uniformado militar que se había parado justo al frente de mí. Se notaba que quería hablar conmigo así que dejé a Aydan con Johana y caminé hacia el exterior de la habitación. Esperé con los brazos hasta que segundos después él también salió.

— ¿Qué? — Pregunté de la manera más brusca que me fue posible.

Ese tipo no me agradaba en absoluto y saber que había tenido un niño con mi chica hacía que me hirviera la sangre.

— Lo diré una sola vez y espero no tener que repetirlo. Mantente alejado de mi hijo y de su madre. — ¿Acaso era un chiste?

— A ver... ¿Quién demonios te crees? — Me reí con sequedad. — No voy a alejarme de ellos, soldadito. Para tu información Ev y yo estamos saliendo y él es como mi hijo, así que no, no pienso alejarme de ellos.

— Pero no lo es. — El imbécil estaba rojo de la ira. — Yo soy el padre.

— Él no lo sabe, me ve más como a un padre que a ti, un completo desconocido. — Sentía malestar de tan solo tenerlo frente a mis narices. — De hecho, te aviso que estoy planeando ponerle mi apellido.

— ¿Crees que te lo permitiré? — Rio falsamente.

— No necesito tu permiso, solo el de Ev. — Aseguré. — Él con mi apellido estaría seguro, yo no lo abandonaría ni sería irresponsable como tú. Será mejor que vuelvas a desaparecer, Davis. Estábamos bien sin ti, somos una familia que no te necesita en el camino. — Estaba molesto y mis manos picaban, queriendo estampar mis puños contra el rostro de la persona que había estado en la mente de Ev durante mucho tiempo.

Todas tus Cartas© AEL #1 [DISPONIBLE EN AMAZON]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora