45. Quiero una cita contigo

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Rei llegó a casa. Por supuesto las luces estaban apagadas, y como él había decidido no encenderlas, el ambiente aún se veía frío; era curioso cómo el simple hecho de no haber encendido las luces hacía que ya no se sintiera en casa, que no se sintiera seguro todavía.

La conversación con Hajime en el restaurante no había avanzado más, y con toda la tensión acumulada, invitarle a jugar videojuegos no era la mejor opción, así que no lo hizo.

Aunque a la gente no le guste admitirlo, a algunos les gusta llorar, disfrutar de ese dolor o sufrimiento que tanto les atormenta para liberar todo lo que se guardó bajo candado hace mucho tiempo. Con una llave empolvada, ese chico decidió abrir la puerta de una vez por todas y repasar el cuento del que fue parte alguna vez.

Sacó el libro de la bóveda, y empezó a leer en su mente, recostado en la cama, sintiendo a las sábanas aferrarse nuevamente a él, y viajó al pasado...

Hace casi dos años...

Entre los recuerdos algo borrosos e incompletos  logra ver el panorama completo de todas esas personas ruidosas en el patio, mientras que él dibuja desde la comodidad de lo alto. Apoyándose apenas en el barandal para colocar los últimos detalles al enorme troll que había estado diseñando durante días, siente que alguien se acerca, pero la presencia no es tan grande como para convencerle de que es algún profesor, así que decide ignorar la silueta que ve por el rabillo del ojo.

— ¡Hola!

No contesta. Está seguro de que es otra persona que intentará hacerle conversación, pero la verdad es que él siempre había disfrutado mucho de su soledad, así que no se molestó en siquiera tomar en cuenta a la persona que le había saludado. Otros le llamaban a eso ser grosero o antipático, pero él le llamaba "proteger su espacio personal".

— Mh... ¿Cómo te llamas?

La pregunta había sonado en un tono tan infantil, que estaba seguro de que era un chico de primer año, lo cual le restó ganas de entablar una conversación.

— Rei.

Pero tampoco era tan maleducado como para no contestar dos veces. Aún así no despegó la mirada de su cuaderno.

— Ah... Estás dibujando un personaje —agregó en tono curioso como cualquier muchacho de primero —. Yo también estoy en diseño, solo que voy un año más arriba —. Soltó una risa tan simpática que era imposible pensar que intentaba presumir.

Aquél comentario sí que le había llamado la atención a Rei, pero no el hecho de que también estudiara diseño, sino que fuese un año mayor con una voz y curiosidad tan inocentes como las que había escuchado hasta ese momento, así que por fin decidió mirar a su contrario. Se encontró con un chico alto y de rasgos finos, pestañas extremadamente negras resaltando en sus párpados y su perfil casi pulcro.

— Kei.

— ¿Eh? ¿Me conoces?

— ¿Y quién en esta escuela no lo hace? —volvió su mirada al cuaderno.

— Ah...bueno, ¡te sorprenderías! —. Se carcajeó a solas, y después de unos segundos incómodos donde solo él parecía estar disfrutando de la conversación, tocó el hombro de su compañero escolar — ¿No tienes ganas de una pizza? ¿Has probado las que están a dos cuadras de aquí?

Nadie rechaza una pizza.

— Hace calor, no me apetece.

Y luego estaba Rei.

— ¿Cómo? ¡Siempre es buen momento para una pizza! Además los días soleados irradian energía, ¿no crees? Te dan ganas de hacer muchas cosas, tal vez algo de deporte, caminar, dibujar o... Comer algo de pizza —. Encogió los hombros.

La habilidad de amar • Radiant wimpsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora