0.4 |~Magia~

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•[ 💫 ]•

Michael se adentraba en la inmensa oscuridad del bosque, el viento golpeaba su rostro que estaba cubierto de lágrimas secas. Había recuperado la calma al divisar el gigantesco árbol que acostumbraba visitar.

—¿Acaso estoy pagando algún crimen?— sollozó.

Se acomodó en la hierba y puso su báculo al lado, recostándose sobre el roble y dejando sus piernas recogidas para poder acunar su rostro en ellas.

—¿Por qué lloras?

El joven mago elevó un poco la mirada, en busca del dueño de aquella voz y por instinto tomó rápido su canalizador de magia por si debía actuar.

—El bosque ha estado muy triste, has transmitido tus sentimientos a él.

Michael quedó confundido, no había nadie a su alrededor, sin embargo la voz se escuchaba tan clara y cercana que estaba empezando a asustarse.

—¿Podrías dejarte ver?— pidió con decencia, pues en una situación así debía comportarse para evitar algún encuentro fatal.

El sonido de las hojas reinó por unos segundo, dejando en la incertidumbre al mago.

—¿Seguro quieres verme?— la voz le hizo pegar un saltito, pues esta vez se escuchó con mayor intensidad, cerca a su oído.

Michael dudaba en seguir aquella conversación, podía confirmar que estaba a punto de salir corriendo del bosque encantado y volver a casa.

—Por supuesto— respondió, golpeándose mentalmente por haberlo hecho.

Sintió como el viento se apacigua, dejando solo una sutil brisa que removía los mechones negros que reposaban sobre su frente. Era tan cálido que no pudo evitar cerrar los ojos y dejar que esa sensación de paz lo inundara completamente.

Un radiante brillo causó que volviera a la realidad. Abrió sus ojos con molestia, acostumbrándose a la luz celeste que se volvía cada vez más cegante.

Recordó un conjuro para inmovilizar a las personas, y no dudó en repetirlo varias veces en su mente para prepararse por si llegaba a ser algún monstruo que quisiera devorarlo.

Pero todos esos pensamientos se vieron opacados al admirar a un ser tan mágico y hermoso. Sus orejas puntiagudas le daban el indicio de que podría ser algún elfo, pero al notar un par de alas traslucidas en su espalda, descartó la idea.

—Esto es... increíble— quedó boquiabierto. 

El ser mágico se acercó hasta quedar con la punta de la nariz rozando con la del mago y sonrió ampliamente sin quitar los azules e hipnotizantes ojos de encima de los del pelinegro quien estaba al borde del pánico. 

—¿Qué puedo hacer para verte sonreír?— inquirió el hada, en un susurro, sin despegarse ni un solo milímetro de Michael. 

Si supiera que su presencia había causado disipar ese sentimiento de una manera casi instantánea. Pero la única solución para ello era encontrar el amor verdadero, que pudiera acompañarlo por el resto de la vida.

—Y-yo, bueno, es algo imposible— desvió sus ojos, ocultando su pena. 

El hada hizo una mueca y se retiró para sentarse frente a él. Cruzó los brazos y mordió su labio inferior.

—¿Acaso la magia no lo puede todo?

Michael frunció el ceño y luego soltó una risita irónica.

—Las pócimas del amor son una estafa— gruñó—, nadie puede sentirse feliz sabiendo que te aman por obligación— se encogió de hombros.

El rubio lo meditó un poco, eso sí, sin dejar de analizar con desespero al mago.

MukeCash Stories | OS'sDonde viven las historias. Descúbrelo ahora