CAP 5 Stuck in the middle with you

276 27 11
                                    

—¿Oír el qué?

Un sonido a mis espaldas me hace enmudecer, sonaba como un rasgueo... unos arañazos. Me doy la vuelta y contemplo el parque que hay a nuestras espaldas. No hay nadie.

—Viene del contenedor —Lizzie señala el gran contenedor de basura gris que hay a la entrada del parque. Suenan como golpes.

Frunzo el ceño, seguro que algún pájaro estúpido se ha metido en el contenedor y no sabe como salir. Me acerco con tranquilidad, a mis espaldas Lizzie me llama intentando que pare, pero siento como me sigue. Con facilidad abro la tapa del contenedor, afortunadamente aún hay la luz suficiente para ver en el interior.

—¡Un chucho! —exclamo sorprendido. Lizzie se apresura a asomar la cabeza al igual que yo. Los dos contemplamos la bola de pelo marrón que se mueve frenéticamentre entre las bolsas de basura, desorientado.

—¡Un cachorro! —La morena me empieza a golpear en el hombro insistentemente—. ¡Sácalo, sácalo! —ordena.

Suelto un gruñido, pero hago lo que dice. El perro es tan pequeño que puedo alzarle perfectamente con una sola mano. Una vez en mis brazos la bola intenta agarrarse a mis hombros, olisqueándome el cuello. Alejo la cara estirando el cuello lo máximo posible.

—Joder, que mal huele la bola de pelo esta.

—¡Ben! —Mi amiga me pega en el cogote—. ¡No insultes al perro!

Me muerdo la lengua por mi propio bien.

—¿Quién habrá sido el hijo de puta que le ha tirado dentro?

Los perros no eran de mi agrado, pero no por eso tiraría uno a un puto contenedor y lo dejaría a su suerte.

—Un desgraciado.

Lizzie en cambio adora a los perros, puedo ver el cabreo en sus ojos.

—En fin, sea como sea lo hemos salvado—me agacho con cuidado y dejo que el chucho se apoye sobre el suelo. Luego le doy unas palmaditas en el lomo—. Ya eres libre, enano. A pelearte con algún gato que encuentres por ahí.

Siento un golpe desmesuradamente fuerte en la nuca. Suelto un gemido de dolor y me vuelvo hacia mi amiga.

—¡¿Pero de qué vas?!

Le grito cabreado. Ella grita más fuerte, sus preciosas cejas fruncidas.

—¡No puedes soltar a un cachorro en la calle! ¡Imbécil!

La chica se apresura a coger al perro de nuevo, protegiéndolo entre sus brazos.

—¡¿Y eso por qué?!

—Sin una madre o alguien que lo proteja y dé de comer morirá en horas.

¿En serio? Hay que ser inútil

—¿Qué piensas hacer?

—Me lo llevaré, le puedo encontrar un hogar en unos días.

Suelto una carcajada.

—Muy buena esa ¿y hasta que lo encuentres qué sugieres? —pregunto con sarcasmo—. ¿Meterlo en la residencia?

Enmudezco. Sé a qué viene esa mirada de suplica.

—Ni lo sueñes.

—Si lo metemos en la habitación de Tony y Jordan ellos no dirán nada.

—Tony y Jordan se han ido hasta el domingo.

—¡Oh, vamooooos! No seas así. Solo será un día y dos noches —de nuevo estaba poniendo esos ojos de cordero que le debían funcionar con su padre—. Eres capaz de ocultarlo por ese tiempo.

El imbécil de Matthew BellDonde viven las historias. Descúbrelo ahora