Cuatro

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Nathaniel


—¿Nathaniel, sigues ahí? —Pregunta mi mejor amigo preocupado a través de la línea telefónica. Su voz apenas era entendible por culpa de la bulliciosa del lugar en que el se encontraba y era fácil deducir el lugar.

—Sigo aquí —dije malhumorado—, ¿necesitas algo?

—Nat...

—No puedo, no puedo ir a buscarte en estos momentos. Me pueden hasta despedir por solo estar usando el teléfono en horario laboral —dije apretando los dientes para evitar gritar en trabajo.

—Te voy a estar esperando, en un rato te mando la dirección.

—Alain nunca he dicho que voy a...

—¡Sal cuanto antes de ese infierno al que llamas trabajo!

—Alain...

Me ha colgado.

Cada vez que Alain llamaba con tanta urgencia era por una razón: Se encontraba en problemas y siempre se excusaba con que no podía verme más en el infierno en el que me encontraba, mi trabajo. No podía darme el placer de no trabajar, necesito el dinero si quiero seguir estudiando para hacerme profesional.

En mis dieciocho años de vida solo he tenido una meta de vida: Convertirme en profesional para que mi madre estuviera orgullosa de mi y de paso ayudarla con algunos gastos.

Poco a poco nuestros papeles se están intercambiando, algunos años más tarde seré yo quien cuide a mi madre.

—¿Nathaniel, andas preocupado por algo? ¿necesitas irte? —Pregunta Katie con toda la calma del mundo al otro lado de la caja registradora.

—No, estoy bien —digo intentando parecer despreocupado al mismo tiempo que trato terminar de contar el dinero que ha ganado la cafetería esta semana para informarle al jefe. Katie y yo usualmente nos turnamos para realizar aquella tarea, pero cuando ella la anda realizando no para de quejarse con que odia los números.

—Yo pienso que me andas mintiendo —dice recogiendo su cabellera rubia que le llegaban hasta sus hombros en un pequeño moño despeinado—. Bueno, no pienso, estoy segura.

Todos aseguran lo mismo. Al parecer me consideran como un mentiroso o no soy lo bastante bueno como para ocultar mis verdaderos pensamientos o sentimientos —me voy a obligar a creer que es la segunda opción—. No me gusta que puedan ver la verdad que tanto me cuesta ocultar. No me gusta ser un libro abierto.

Katie jala de la camiseta del uniforme para llamar mi atención.

—Deberías de divertirte un poco, Nathaniel —dice sonriendo de lado—. ¿Cuándo fue la última vez que has ido a una fiesta? ¿alguna vez has tenido una noche alocada? ¿al menos una novia? —Hace una pequeña pausa para darme una oportunidad en responder sus preguntas pero lo único que obtiene es silencio por mi parte.

Ella por fin suelta la orilla de mi camiseta y se va indignada a unos de los rincones de la cafetería para cerrar las ventanas restantes que quedaban abiertas.

—Por cierto, no entiendo porque le mientes a tu... ¿Mejor amigo? ¿hermano? —dice elevando un poco la voz—. En fin, sea lo que sea.

—Katie... —Intento pensar en algo para desviar su curiosidad intensa sobre mi en otra cosa, pero si quiero que pare de hacerme aquellas preguntas, si de verdad quiero que deje de molestarme con aquella tontería, simplemente debo de ser honesto, ¿no?

—¿Nathaniel...?

—Por favor, no sigas con esto. Solo estás logrando que me sienta incómodo, Katie —dije girando sobre mi propio eje para poder observarla. Su rostro comenzaba a tomar el color de un tomate poco a poco. Asiente algo avergonzada al mismo tiempo que intenta de evitar contacto visual conmigo de una manera desesperada.

DeadlyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora