Basada en la canción/video "All the good girls go to hell" – Billie Eilish.
La noche caía en Gotham, oscureciendo la tenebrosa ciudad del crimen.
Damian observaba la luna desde lo alto de un edificio. La luna estaba iluminado y las estrellas se veían hermosas.
A él le relajaba estar así, simplemente observando en completo silencio. Batman podía con los villanos por esta noche.
Se levantó y recorrió la ciudad, saltando de edificio en edificio. Llegó hasta el muelle que daba al mar y se sentó en la orilla.
Las olas chocaban con la madera del muelle, provocando un sonido calmante y pacífico a Damian.
Algo cayó del cielo directamente al mar, haciendo que mojara un poco a Robin.
Él no lo pensó dos veces y se sumergió en el agua para ver qué había interrumpido su calma.
Con ayuda de sus lentes especiales y un respirador, buscó en el agua. Los peces eran bastante coloridos y se alejaban nadando de Damian, cada vez que esté se acercaba.
Una bella dama de piel blanca estaba en el mar. Su cabello negro como la noche estaba esparcido y algo negro brotaba de su espalda.
Robin la tomó y se la llevó a la superficie. La subió al muelle, al ver que no despertaba, tuvo que hacerle primeros auxilios.
Juntó sus bocas y le tapó la nariz. Luego de aplicarle primeros auxilios, se separó y a los pocos segundos ella tomó una bocanada de aire y comenzó a vomitar mucha agua.
Luego de un rato, la chica se calmó y ya estaba más o menos compuesta. Observó a Damian con dificultad.
Con su suave voz, murmuró algo incomprensible y cayó derrotada, desmayándose.
Damian la cargó entre sus brazos y la llevó a un pequeño departamento que tenía cerca por si había problemas en la mansión.
La acostó en su cama y él se sentó a en la parte baja. La observaba.
Su pálida piel brillaba a la luz de la luna, su larga cabellera caía a los costados de su cara.
Observó hacia abajo percatándose de que el extraño vestido que llevaba puesto estaba completamente seco.
Sus delicadas piernas descansaban en la cama y sus brazos estaban a los costados de su cintura.
La observó por unos minutos más y luego salió por la ventana para seguir patrullando.
(...)
Los rayos de sol se filtraban por la ventana hacia la cara de Raven.
Ella abrió los ojos pesadamente y luego se levantó asustada. Estaba en una limpia habitación.
Corrió al baño que había en la habitación y se encerró. Estaba totalmente asustada.
Se observó en el espejo. Todo esto era nuevo para ella, nunca había visto su propio reflejo.
Sus hermosos ojos amatistas se veían en la ventana.
Con un poco de dolor, estiró sus negras alas. Una de ellas estaba fracturada y ya no podía escapar.
Unos ruidos se escucharon en el exterior. Ella entró en pánico y se escondió en la tina, cubriéndose el cuerpo con sus grandes alas.
Damian había llegado de comprar el desayuno. Entró a su habitación en dónde se supone que estaba la extraña chica, pero no había nadie.
Rápidamente fue al baño e intentó abrir la puerta, pero estaba con el seguro.
– Oye, ¿Estás ahí? – Preguntó él tocando la puerta.
Escuchó sollozos del otro lado y paró de intentar forzar la puerta.
– Tranquila, no te haré nada. – Dijo Damian sentándose al lado de la puerta. – Podemos hablar si quieres.
– ¡No! – Exclamó la chica aún sollozando. – ¡Sólo quieres hacerme daño como todos!
– No lo haré, lo prometo. – Respondió Damian calmado.
– No te creo. – Dijo la chica en apenas un susurro que Damian logró a escuchar.
Él se quedó inmóvil, esperando a que la chica salga por su cuenta.
Al cabo de unos minutos, la chica abrió la puerta asustada. Damian solo la observó sin decir nada.
Sus negras alas la cubrían como una rara capa. Extendió sus alas y ahí Damian se percató de que una estaba fracturada.
¿Cómo lo hizo? Fácil, el estudió veterinaria y las alas de la chica eran similares a las de un cuervo.
– ¿Estás bien? ¿Te duele? – Dijo Damian acercándose lentamente a la muchacha.
– Estoy bien. – Respondió la chica en apenas un suspiro.
Con movimientos torpes, la chica botó algunas cosas por sus alas.
Ella se asustaba e intentaba levantar los objetos que había votado, pero esto provocaba botar más objetos.
Damian soltó una pequeña risa por la torpeza de ella.
– Ven, tranquila. – La tomó por sus delicadas manos y la llevó a la cama para sentarla.
Fue al baño y de ahí sacó vendas y otros utensilios para crear un soporte a la ala de la chica.
La muchacha solamente lo miraba y se quejaba de vez en cuando. Damian terminó y guardó todo lo que ocupó.
Llegó a la chica y se sentaron de frente simplemente observándose.
Ojos amatistas y ojos verdes conectándose. Damian se fue acercando a ella lentamente.
– Tengo que irme. – Dijo la chica de pronto, bajándose de la cama y retrocediendo.
– ¿De dónde vienes? – Preguntó Damian bajándose al igual que ella.
– Eso no te incumbe. – Respondió seca. Ordenó su ropa y salió al balcón.
– ¡No! ¡Espera! – Gritó Damian asustado. – Tu ala aún está mal, te puedes caer.
La chica no le hizo caso y se tiró al vacío. El aire golpeaba su rostro y le traía una sensación de paz, pero al extender su ala, un agudo dolor se expandió en esta.
Estaba en graves problemas.
Intentaba mover su ala buena, pero era imposible. Debió haber hecho caso al raro chico de los ojos verdes.
Cerró los ojos dispuestas a morir por la caída en la acera, pero unos fuertes brazos la tomaron en el aire, sin que ella tocará el piso.
Ella seguía con los ojos cerrados, no los quería abrir, pensando que ya estaba en la muerte definitiva.
– Tranquila, estás bien. – Una voz que ella conocía perfectamente le habló cuando llegaron al balcón.
Ella abrió los ojos, viendo unos grandes océanos azules.
– Wally. – Sonrió ella, observando al ángel frente a ella.
– El único y original. – Igualmente sonrió y la dejó en el balcón.
Damian observó la escena con la ceja alzada.
– ¿Y tú quién eres? – Preguntó Damian observando a Wally con recelo.
Esto no iba a acabar bien, y Raven lo sabía perfectamente.