El trabajo era agotador y aburrido. Faltaba media hora para que su turno terminara y al fin poder tomar un merecido descanso en la comodidad de su hogar.
Estaba atendiendo a una anciana con el cabello largo y blanco, pasaba los variados productos por el scanner para poder sumar los objetos que compraría.
La mujer mayor pagó todo y se retiró junto con su marido que la ayudaba a cargar con algunas compras en el camino.
—El siguiente por favor —dijo Rachel sin prestar mucha atención a la fila, vio la polera gris de una persona al frente de la caja registradora—. Buenas noches, mi nombre es Rachel. —murmuró repitiendo las mismas palabras de siempre sin mucha emoción.
—No te veo muy emocionada. —murmuró su cliente con una voz ronca con un toque de ¿Nerviosismo?
Ella levantó la ceja y se atrevió a mirar a la persona que estaba atendiendo. Era un chico de su edad con una piel color canela, sus ojos eran de un color verde llamativo y su cabello era completamente negro que caía por si frente, junto con sus facciones definidas y atractivas.
Observó la fila y se dio cuenta de que el chico de ojos verdes es el único cliente que quedaba.
—He estado trabajando todo el día. —murmuró volviendo a su trabajo y pasando las compras.
Se sorprendió al ver que había comprado demasiado cereal y mostaza, montones. ¿Qué comía este chico?
Simplemente omitió esos detalles y terminó su trabajo rápidamente. Murmuró el precio y él le entregó el dinero correspondiente alejándose rápidamente con las compras sin despedirse.
—Hombres. —rodó los ojos Rachel guardando el dinero en la caja registradora, pero notó algo extraño. Había algo debajo de uno de los billetes, era un papel blanco con las orillas quemadas.
–Háblame... ¿Preciosa? –intentó leer una parte que estaba rayada en una de las esquinas.
"Hola, te encontré muy linda. Deberíamos hablar."
Eso decía al medio de la carta con letras en mayúscula. Rachel levantó la ceja divertida, comenzó a leer cada frase que estaba escondida en el papel.
–Llámame, no es una petición, es una orden. –leyó el voz alta lo que más le dio gracia. Era muy divertido, hasta se le había olvidado lo cansada que estaba de trabajar.
Negó con la cabeza, la nota muchas frases divertidas escritas con distintos tipos de letra, ese chico era bastante gracioso.
—Mansión Wayne, 10:32 pm—
Los cuatro chicos esperaban ansiosos a la llegada de Damian a la Mansión. Habían estado toda la tarde ayudándole a entregar una carta, desde que él había mencionado una linda chica que siempre veía en el supermercado, en una de las pocas veces que lograron emborracharlo en alguna celebración.
Y sí que era raro escuchar a Damian hablar sobre chicas, o incluso de personas que no fueran él. Así que los hermanos pusieron manos a la obra y lo ayudaron a que finalmente hablara con la chica.
Se escuchó un sonido por la puerta principal y entró Damian muy sonrojado. – ¿Y? ¿Cómo te fue? –preguntó Dick emocionado por su hermano menor.
–Pues... Le entregué el papel. –murmuró observando a todos y dejando las compras encima de la mesa.
–¡Sabía que quemar los bordes le daría más romanticismo! –exclamó Dick orgulloso por su idea.
–¡Eres todo un campeón, enano! –exclamó Jason divertido.
–¡Así se hace! –felicitó Tim orgulloso de la pequeña bolita de odio.