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—Así que, ¿simplemente ingieres esto a tu cuerpo por diversión? —preguntó Alejandrina apuntando el comestible en manos de la otra.

—Y porque es delicioso. —aclaró Amatista, tragando consigo la envoltura de un dulce. Extendió un algodón de azúcar en su dirección— Inténtalo, no te arrepentirás.

—Ahh, creo que ya lo he intentado una vez, hace bastante tiempo. El sabor de esa cosa no me gustó.

—¿Ah sí? ¿Y qué fue?

—Una rama del suelo.

Amatista se echó a reír.

—¿Comiste una rama? ¿Porqué? —cuestionó Perla, caminando a orillas del océano junto a ellas.

—¡Creí que era alimento de humanos!

—Oh, viejo. En serio empiezas a caerme bien. —confesó Amatista limpiando una lágrima del ojo por la risa. A17 la observó y soltó una corta risa.

—Entonces —la exploradora continuó hablando, llevando su mirada a la otra gema—, Perla, ¿también te has apegado a algunas costumbres humanas?

—¿Como ingerir cosas innecesarias a mi cuerpo? De ninguna manera. —hizo una mueca con tan sólo imaginarse consumir algo, hacerla papillas y luego tragarlo con su saliva— Uhg, no lo necesito.

—Pff, ignórala, no sabe de lo que habla. La comida es sagrada, un deleite para el paladar, sin dudas. —comentó la morada dando un mordisco a su algodón de azúcar— Debes vivir tu propia experiencia. Sólo así sabrás si vale la pena o no. Y créeme, la comida lo vale.

Perla negó con la cabeza al notar como Amatista podía verse muy madura con sólo hablar de comida, un tema tan irrelevante como para entablar una conversación por más de una hora; en cómo la hacía sentir cada alimento según el mordisco que le daba. Resultaba ser tan fastidioso, teniendo en cuenta que a veces Amatista ni siquiera se tomaba el tiempo de masticarlo.

Fueron caminando nuevamente colina abajo, dirigiéndose a la pequeña ciudad en construcción. Era asombroso el avance que las gemas lograban conforme iban pasando los días, sin olvidar que el clima empezaba a mejorar a su favor, ya no más días de lluvia, aunque algunas nubes grises seguían presente en lo alto del cielo.

Desde la estadía de Alejandrina, al Little Homeworld, su mayor tiempo lo dedicó ayudando a las gemas en la construcción de su nuevo hogar, y una porción de su tiempo iba para ponerse al día con Perla, aún faltaban varias historias que contar el una a la otra. En algunas ocasiones Amatista acompañaba al par, sólo por que las nuevas gemas le resultaban divertidas, y A17 no era la excepción.

—Los humanos siempre me parecieron unos seres muy peculiares, con costumbres interesantes, completamente ajenas al Planeta Madre o algún otro mundo que haya visitado antes. —habló la exploradora, con relación al nuevo tema de conversación entablado por Perla. Observó la pequeña ciudad al final de aquella colina, mientras las tres seguían avanzando— Nunca llegué a conocerlos del todo. Ahora es peor, todo ha cambiado, la Tierra en sí siempre anda en constantes cambios.

—Si es algo el cual te interesa saber, puedes ir al templo cuando gustes —sugirió Perla juntando las manos—, poseemos varios libros de historia e informaciones sobre los seres humanos. Pueden ayudar en algo.

—¿De verdad? Gracias, Perla.

Amatista chasquea la lengua:— ¿Libros? No necesitas de libros si tienes humanos conviviendo a tu alrededor, puedes aprender de ellos en vivo y en directo.

—Amatista, no es lo mismo. —regañó la más alta. La contraria ladeó la mano en señal de hacerle callar, Perla soltó un jadeo, ofendida.

—Escucha, Alejandrina, si quieres convivir con humanos puedo llevarte a recorrer la ciudad y verlo por ti misma, no hay problema. Después de todo, entre Perla y yo, soy la gema más capacitada para enseñártelo.

Rosas con espinas |Steven Universe|Donde viven las historias. Descúbrelo ahora