-Capítulo VI-

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Los detectives pasaron la prueba de verdaderos artistas. Nadie se los confirmó, pero ellos lo supieron al bajar del escenario y recibir solo halagos y muestras de amistad.

Si esa gente no hubiera estado allí para cometer actos ilegales e inmorales, hasta podrían haber pasado por buenas personas.

Optaron por acercarse al barandal metálico, el cual daba al primer piso, y Kato asentó allí sus brazos para ver hacia abajo. Daisuke apoyó la espalda en el barandal y lo vio sonreír sin decir nada, hasta que levantó la vista y su sonrisa se unió a la del millonario. Estaban más felices de lo que debían por su performance. El trabajo era prioridad, pero descubrieron una nueva faceta de sí mismos y del otro. Fue imposible no sentirse animados y consideraron la noche un éxito a pesar de que todavía no había acabado.

Daisuke se fue por un minuto y retornó con una copa de Malbec.

-Te dije que podías hacerlo.-

-Eres un tonto.- Rió Kato. -Sabes que pudo haber sido un desastre.-

-No, estaba seguro de que ibas a saber manejarlo.-

Haru ladeó la cabeza hacia atrás para mirar a su colega a los ojos y por un instante Kambe pensó que iba a decirle algo lindo, de no ser por la llegada de dos hombres que ruidosamente los interrumpieron riéndose a carcajadas, como si vinieran hablando de algo que les hizo mucha gracia. No hubo necesidad de saludarse para identificarlos.

Eran los tipos que vieron antes, especialistas en desaparecer jóvenes para la trata.

-¿Daiki Aoyama, cierto?- Nombró el de traje blanco.

-Irezumi.- Lo identificó Kambe. -¿Qué tal?

-Qué agradable noche, caballeros. Los vi hace rato y quedé impresionado.- Felicitó cordial. -Él es mi compañero, Yamagawa. Por lo que se ve, ya han oído de nosotros.-

-Nadie aquí no ha oído de ustedes.- Argumentó astuto el de cabello negro, extendiendo instantáneamente la mano. -Pero nos alegra conocerlos en persona.-

Era lo que buscaban y para lo que estaban allí: espiar y encontrar a esos tipos en especial y a los demás en general. Una vez ellos cayeran, los demás caerían como piezas de dominó, ya que se mantenían en contacto casi total con la organización.

Haru tardó pero de igual modo tuvo que extender su mano, la que Irezumi estrechó suavemente, llevándola a sus gordos labios y presionando un beso en la parte superior.

-¿Haku Takahashi, verdad? Es un inmenso placer conocerte.-

El mayor reprimió una mueca de desagrado y Daisuke un nudo de odio en la garganta.

-Gracias.- Contestó con fingida amabilidad. -Lo mismo digo.-

-¡Qué bien estuviste! Tienes una voz mezzosoprano magnífica, pero eres un novato.-

-Así es, todavía ni si quiera saqué un disco. Empecé a cantar el año pasado.-

-Es difícil hacerlo tan bien con tan poca práctica.- Halagó el sujeto morocho cuya piel sudorosa y ojos rojos exhibían que se había drogado hace poco. -Tienes talento pero también mucha suerte de estar aliado a un pianista con dinero.-

-Tienes razón.- Elevó los hombros.

-Imagino que reconocen mi trabajo.- Volvió a tomar la palabra Irezumi. -Lo que hago.-

-*Increíble. "Trabajo" dice.*- Pensó Kato en tanto asentía repetidas veces.

-Claro.- Aseguró Daisuke. -Tienes un gran negocio en tus manos.-

Deseo encubierto - DaiharuDonde viven las historias. Descúbrelo ahora