Capítulo 16: Consecuencias.

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Un agudo pitido llegó a mis oídos. Abrí los ojos débilmente, intentando visualizar algo, pero no vi nada, todo era borroso y no escuchaba nada más que ese fastidioso silbido en mis tímpanos, sin embargo, a través de esa nublosa vista captaba figuras moviéndose de de un lado para otro: personas.

Alguien agarró mi cabeza y volteó mi cuerpo, podía ver como su boca se abría pronunciando palabras que no podía escuchar. De nuevo, caí inconsciente sin saber qué ocurría en mi entorno.

Desperté cuatro días después en el hospital central de Tokyo, tenía algunos parches y agujas inyectadas en mi cuerpo y no sentía dolor alguno, me sentía extraña. Una hora después de despertar entraron mis padres, agobiados y desesperados se acercaron a mí y me abrazaron con lágrimas en sus ojos, correspondí sin saber que hacer. Me explicaron que había desarrollado mi particularidad, no era una sino dos. Minutos después entró un oficial de policía junto con una mujer bien vestida a su lado, llamaron a mis padres y salieron de la habitación de hospital.
Horas después volvieron a entrar cabizbajos con varios papeles en sus manos, en ese momento no lo sabía debido a mi edad y situación, pero habían demandas múltiples en contra de mí. Ninguno de los niños que estaban conmigo murió, pero salieron gravemente heridos y algunos con heridas permanentes.

Desde ese momento todo empeoró:

Las costosas demandas dejaron en quiebra a mis padres mientras luchaban por defender mi inocencia y custodia, cual estuvieron a punto de perder si no es gracias a la ayuda de la opinión pública que me defendía, el caso había salido en noticieros desde el derrumbe. Me retiraron de la institución en la que estaba y fui llevada a terapia y psicólogos, también me retuvieron un par de meses en un hospital para estudiar y controlar mi kosei, así fueron mis siguientes años hasta cumplir mi edad número once, donde finalmente fui llevada a juicio y declarada inocente gracias a que no tenía el control de la situación en aquel entonces, con la condición de cumplir una condena de un par de meses en un centro de vigilancia controlado, ahí entraban personas con dificultades en su particularidad. Mis papás firmaron un acuerdo con el fiscal para tenerme durante un año en control. Eran pocas las veces que veía a mis padres, quizá cuatro o cinco veces por mes debido a que no podía salir por mucho del centro de vigilancia, hasta que a los doce años fui dada de alta y pude volver a casa.

La cosas fueron calmándose de a poco, mis abuelos, tanto paternos como maternos, ayudaban económicamente en la casa, me quedaba con ellos la mitad de tiempo ya que mamá comenzó a trabajar también, estudiaba desde casa y la verdad no me iba mal, sin embargo aún me inquietaba la manera en la que me miraban al salir de casa.

Mucha gente murmuraba y lanzaba miradas de impacto al verme, gracias a ello no salí mucho de casa, era feliz junto con mis padres y abuelos cuando estaban todos juntos en casa, sino en mi habitación escuchando música a través de mis audífonos a todo volumen, era poco y no era lo que una niña "normal" debería hacer, pero bastaba para ser feliz para mí.

Me volví una persona introvertida y tímida, no tenía amigos y las pocas personas con las que hablaba eran unos años mayor o menor que yo, generalmente adultos gracias a vivir parte de mi niñez en un hospital y centro de control para koseis.

Cuando tuvimos el dinero necesario, nos mudamos a un nuevo municipio, más específicamente a Musutafu para comenzar una nueva vida, una vida sin complicaciones, una vida feliz, una vida sin un quirk.

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⏰ Última actualización: Sep 05, 2020 ⏰

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