11

2.2K 236 56
                                    

11: COPENHAGUE

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

11: COPENHAGUE

Ya voy camino al aeropuerto. Son apenas las ocho de la mañana, pero no quiero arriesgarme a perder el vuelo. El avión sale a las 10:25. Quedé con Juliana en encontrarnos después de pasar el control de seguridad.

Yo, Valentina Carvajal, voy a viajar a Copenhague con Juliana Valdés, ¿que cómo estoy? Pues cagada de miedo.

Me temo que todo lo que no viví en la adolescencia lo estoy viviendo ahora. Siempre he sido muy lanzada y segura cuando se trata de chicas. Creo que se lo debo a ser la menor de 4 hermanos, tres de ellos chicos. En mi casa, o te ponías las pilas o te tocaba el ala del pollo. A mis padres me gusta calificarlos de liberales, supongo que hoy día se les llamaría irresponsables. Simplemente nos dejaban desarrollar con espontaneidad.

Ellos administran desde que tengo memoria un bar en mi pueblo. Sí, soy una chica de pueblo, aunque desde que vine a la ciudad a estudiar, al pueblo solo voy de visita muy de vez en vez.

En mi familia no somos de grandes afectos. Nos queremos, lo sabemos y tampoco hay que demostrarlo mucho. Puedo pasar más de un año sin saber de mis hermanos más allá de lo que comentan mis padres en la llamada mensual que nos hacemos.

Supongo que en esencia nuestras conversaciones podrían resumirse en:

—¿Todo bien?

—Todo bien.

Pero repito, nos queremos. Yo siempre tengo presente que gracias a cómo son mis padres y mis hermanos, nunca tuve eso que llaman salida del armario con ellos. Llevaba chicas a casa y bien, nadie interrogaba ni se asombraba.

A veces me pregunto si me distinguían de mis hermanos. Quizás para mis padres sus hijos son sus hijos sin entrar en detalles estilo lo que tienen entre las piernas o lo que quieren llevarse hacia el mismo sitio.

Cuando le cuento sobre mi familia a Fer, ella solo sabe decir que qué suerte tuve. Para Fer las cosas fueron más difíciles, por eso entiendo que no quiera poner en riesgo la relación con sus padres ahora que la situación parece mejor encaminada. Para evitar una buena regañina le tuve que mentir ayer cuando hablamos. Le eché la culpa de mi desconexión a Laura. Fer y Laura no se conocen, pero hay algo que sí tienen por seguro: se detestan.

No sé por qué, nunca se han visto (más allá de la foto de Fer y mía que hay en mi salón y que Laura sí ha visto), pero esas dos mujeres se tienen una antipatía de cuidado.

Fer dice que Laura es una lesbiana hipócrita que quiere tenerlo todo, la cuenta corriente obesa y un coño joven donde comer. Le explico que Laura es bisexual, que a su manera quiere a su marido y que nuestra relación es perfecta tal como es.
Para Fer es inconcebible que lo que Laura y yo tenemos es justo lo que queremos.

Pero en este baile de odios a distancias mi amiga no está sola. Laura considera que la enana «se cree tu dueña» y que «envidia los buenos polvos que tenemos» porque ella «seguro que siempre ha querido tenerte y nunca ha podido». Le explico una y otra vez que yo soy una facilona, que en su momento Fer pudo tenerme cuánto quiso, pero que en realidad desde que hablamos por primera vez en una clase de Fundamentos de la Programación solo hemos sido amigas y socias de noches de conquista.

y sin querer, me enamoré - Juliantina AdaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora