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13: POR LOS AIRES

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13: POR LOS AIRES

Chalet de la familia Quintero, baño de hogar ajeno que en realidad siento como propio. Me dijo Fer que esta vez se atreverían con una parrillada, una actividad muy de proletarios para los finos Quintero, supongo que lo verán como transgresor. O quizás solo sea que el padre de Fer, Gerardo, logró imponer sus gustos por una vez sobre su mujer, Francesca, lo que puede considerarse un logro en toda regla.

Creo que me vendrá bien salir de casa, respirar algo más que Juliana o el recuerdo de Juliana o el deseo de Juliana.

—Adelante, guapísima —me recibe con un beso y un abrazo la hermana mayor de Fer, una versión heterosexual y fiel de Laura.

—La bella Carla dándome la bienvenida, no podía empezar mejor el día.

—Y mejor puede continuar, tú déjate llevar por mí.

—Por ti me dejo llevar, traer y voltear, ya lo sabes. No sé qué haces con este aburrido.

—Valentina, a ver cuándo te darás por vencida, con mi mujer no tienes oportunidad— me replica, aparentando hastío, el marido de Carla. Esta es una especie de broma privada que, con diferentes frases, pero con la misma esencia, repetimos cada vez que nos vemos.

—Eso nunca lo ha dicho ella.

—Ni lo diré.

—Así se habla, guapa. ¿Dónde está la reina y señora de esta casa? Al del cumpleaños ya lo veo desde aquí.

Al fondo del jardín está Gerardo, hoy cumple 68 años, pero somos colegas de viajes en el tiempo, en su mente él todavía tiene 20 años. También veo a Fer que me saluda levantando la mano y un matrimonio amigo de la familia que ya he visto en otras ocasiones. Hay menos gente de la que es habitual, a Gerardo le encanta estar rodeado de amigos, pero hoy prefiero que sea así.

—Seguro que está por la cocina, ya sabes como es.

Me acerco al padre de Fer que hoy juega a ser el señor de la parrilla.

—Felicidades, Gerry —saludo al del cumpleaños, le acerco un paquete cuadrado envuelto en papel de regalo y añado en un susurro —lo abres cuando estés a solas.

Fer me mira con cara de sospecha y yo le guiño un ojo, sabe que nada bueno puede salir de un intercambio así entre su padre y yo. Nada bueno según quién lo mire, claro está. Para Gerardo será muy bueno: una edición antigua de Playboy para coleccionistas. De buena tinta sé que tiene varias y que su mujer hace la vista gorda. Reparto los saludos de rigor y noto la ausencia de mi friqui preferida.

—¿Y Lola, pequeña? —en las distancias cortas Fer no es la enana, sino la pequeña. Mi seguridad, lo primero.

—En mi habitación, le duele un poco la cabeza.

Traduzco el verdadero significado de la frase: está escondida en el cuarto evitando tener que interactuar con los temperamentales Quintero.

Veo que todos miran hacia el portón de entrada. Me giro y en ese instante a mis pies le salen unas raíces gruesas que me dejan clavada en el sitio. Mi corazón con vocación de jinete se lanza a practicar una galopada, cosa de recordarme que sigo siendo una jodida cardiópata a expensas de la presencia de una mujer.

y sin querer, me enamoré - Juliantina AdaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora