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14: ADIOS

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14: ADIOS

Alguien ha llamado a la puerta, solo que no sé si es mi puerta. Esta parece ser mi cama y estas mis paredes, mi ordenador y el armario. Esta bien, sí, es mi casa. Llaman a la puerta de mi casa, yo soy la que debe abrir.

Bien, ya voy uniendo los puntos. Se ve que la noche dio mucho de sí. ¡Mierda! Moverme va a ser más complicado de lo que pensé, esta es la madre de todas las resacas. Espera, aquí pasa algo más ¡Puta! Despierta de un tirón. La escayola en mi pie derecho es el mejor café mañanero.

Poco a poco voy recordando. Sí, ayer definitivamente todo se fue de las manos. No sé muy bien qué nos metimos porque Mateo era el encargado de proveernos. El punto cumbre de la noche fue cuando caí de la escalera de la discoteca demostrando una vez más que el equilibrio no es mi mayor habilidad. Qué dolor, ni toda la mierda que llevaba encima lograba acallar los jodidos latidos en la zona del tobillo. Esta vez sí que tenía una fractura, según nos dijeron en el hospital. De tanto buscarla, al final la encuentro.

«Rubia rota, con resaca y hundida por mal de amores». ¿Alguien quiere mis restos?

Espera, abrieron la puerta de entrada y escucho voces fuera. Una voz es de hombre, supongo que Mateo, las otras voces no las reconozco. Los sonidos son como hormigas caminando por dentro de mi oído, ¿hay alguien dándose una ducha? Tal vez si cierro los ojos y vuelvo a dormir, cuando despierte todo tendrá más sentido.

—Valentina, mierda, ¿qué ha pasado? —me pregunta un rostro pegado al mío que reconozco como el de Fer.

Supongo que es mucho pedir poder volver a quedar dormida. Fer tiene cara de querer coger a alguien por el cuello y ya me imagino a quién. Pobre Mateo, yo en su lugar empezaría a correr hacia la salida ahora mismo.

—Te dije que está bien, solo es una fractura, en 8 semanas estará como nueva — se me adelanta Mateo en la respuesta, casi gritando y con el rostro desencajado.

Veo que hay alguien detrás de él.

—Hola Valentina, ¿te podemos ayudar en algo? —dice la presencia detrás del caparazón de Mateo.

Lo que faltaba, corazoncito al galope. Juliana. ¿Qué hace Juliana en mi casa a esta hora?

—¿Qué hora es? —suelto la pregunta al aire, a ver si alguien se toma un respiro de sus particulares guerras y me responde.

—Las dos y siete. Yo estaba con Fer cuando llamó tu amigo. Habíamos quedado en comer juntas —me dice la futura esposa de Eduardo.

A buenas horas me acuerdo yo de eso. La cara de pesadumbre de Juliana no ayuda a forjar mis defensas. No puedo llorar, ahora no, coño.

«Aguanta, Valentina, aguanta».

—¿Qué mierda le diste anoche, Mateo? —vuelve Fer a la carga.

y sin querer, me enamoré - Juliantina AdaptaciónDonde viven las historias. Descúbrelo ahora