Capitulo XI

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Julie Jones

8:30 p.m

Me mantengo abrazando a Nemo desde hace como dos horas, tuve que dejarlo en una especie de hotel para perros, ya ni siquiera confío en mi novio, ni en mis amigos, mucho menos confío la vida de mi perro en manos de mi familia.

Hace apenas tres horas que he vuelto de mi viaje a Londres, la mayoría de tiempo estuve yendo de allá para acá con mi prima y sus hijos, como el chico que conocí prometió, tuvimos un par de citas, en ellas descubrí datos interesantes sobre ese encantador chico.

Por ejemplo, descubrí que su nombre es Bradley, que en efecto es de nacionalidad británica, es originario de Birmingham exactamente de Sutton, es muy muy agradable y muy dulce. De las mejores citas que he tenido.

Respiro la tranquilidad de mi hogar, que mis padres y mi hermana no estén es relajante, camino hasta la cocina y bufo cuando veo una jarra de jugo de naranja afuera del refrigerador, Julieth ama el jugo de naranja pero siempre deja la jarra fuera y siempre debo ser yo quien debe volver a meter la jarra al refri.

Decido servirme un poco de jugo para después meterlo en el refrigerador, bebo un poco del jugo y hago una mueca puesto que está mas ácido de lo normal. Pongo el vaso sobre la encimera, maldigo cuando el líquido se derrama y cae al suelo, Nemo comienza a lamer el líquido a lo que río, él se toma en serio lo de "lo que cae al suelo es del perro"

—Ve a orinar, pero regresa pronto, por favor— abro la puerta mientras suelto a Nemo y él corre a marcar uno de los árboles que hay en nuestro jardín frontal.

Cierro la puerta, envío un mensaje a Jordan informandole que he vuelto a casa a lo que él responde con un simple "Ok" 

Me acerco a la ventana para ver a Nemo y que todo esté en orden con él.

Me paralizo al ver a un grupo de personas frente a la puerta de mi casa, todas tienen el rostro tapado con una tela negra, su ropa es del mismo color en ella se puede observar una insignia, como la que yace en mi brazo.

En un movimiento casi automático cierro la puerta con llave, cierro las persianas de la ventana y me recuesto contra la puerta.

Ellos se irán, ya se irán, tranquila.

Escucho el constante grito de alguien, es un grito de dolor;

Es un grito de agonía.

Seguido de ese grito, escucho el chillido de un perro. Jadeo cuando recuerdo que Nemo aún está en la calle, ruidos se escuchan afuera, suelto un grito cuando un cuchillo atraviesa la madera de la puerta y gotas de sangre corren y manchan mi hombro. El cuchillo estuvo a centímetros de atravesar mi brazo.

Mis manos temblorosas abren las persianas, agradezco a Dios al ver que se han ido. Abro la puerta y prácticamente comienzo a buscar a mi perro como loca.

—¿Nemo? ¡Ven aquí, Nemo!—salgo al frente de mi casa, y entonces lo veo.

Su pelaje está lleno de sangre y tiene una daga incrustada en su pata trasera derecha. Me arrodillo frente a él, aún tiene fuerzas para mover su cola, sin poder evitarlo, comienzo a llorar.

—No... Nemo ¡Nemo!—las lágrimas corren por mis mejillas, mi corazón duele, duele demasiado—¡Ayuda por favor! ¡Necesito que me ayuden!—comienzo a gritar con desesperación.

Mis vecinos abren las ventanas, pero nadie se atreve a salir, todos tenemos salir a esta hora porque, se dice, que es la hora en donde los Collins buscan a sus víctimas.

Observo en dirección a casa de Jordan y lo veo, él me da un vistazo para luego ver a mi perro sangrando, sonrío con esperanzas de que él me ayudará.

Aléjate de los CollinsDonde viven las historias. Descúbrelo ahora