El incomprendido

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El incomprendido

Disputaban tus brazos el trembal
del intineo amor sin rendorismos,
ahorcando fínicos mi zendabal
en sesión quizás del socaísmo

de tus yuslicas palabras pranusteícas.
Zumban tus bresidios en mis oídos
turungunantes de los guíodidos,
tiemblan gésticos tus bandoneantes.

La noche regardiza bajo mis grimales
donde el hadalmo nundinó por completo,
y mis brálapas cohiben el mentir bicifraíco
¡y tan rósago es el pueblo del minos eterno!

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