CAPITULO 15

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Éste era el resultado de mis constantes acercamientos, éste era el principio, a partir de ahora mis acciones marcarían el destino de este hombre que deseaba fervientemente salvar, fui presa del miedo y las dudas comenzaron a acosarme ¿Este desenlace era debido a la presión que ejercí sobre él? Muy probablemente sí, ¿Esto era lo que él realmente quiere? A estas alturas, me era incoherente cuestionarlo ¿Debería responderle ya o esperar después de la comida?

El roce de aquel tierno beso perduraba en mis labios, los sentimientos que imprimió en aquel gesto eran reales, ayudaban a calmar la incertidumbre. Nos quedamos mirando en silencio, la cocina estaba impregnada con el aroma a salsa de tomate, sostuvo mis manos un momento.

—Anne... Sé que es repentino, pero si no lo digo ahora, jamás lo haré. Esto es muy difícil para mí, tengo los nervios destrozados ahora mismo.—Sus palabras eran temblorosas, le costaba expresar sus ideas.—¿Puedo... Puedo tener una respuesta ahora?

Mis esfuerzos y acciones estaban teniendo consecuencias ¿resultados?, sería hipócrita de mi parte negarme, además es un destino que deseo compartir, estar a su lado y librarlo del fatídico día.

—Fue repentino, el lugar y la propuesta...—La sorpresa me había hecho perder la compostura hasta cierto punto.

—Me interrumpió.—¡Oh, no pensé en eso! Estamos en la cocina de tu casa... qué estúpido, poco romántico... —Con cada argumento que daba, sentía su declaración tambalear, debía detenerlo antes de que se retractara ¡Si lo dejo, seguro y lo hace!

—¡Pero...!—Le interrumpí alzando la voz.—Ni el lugar, ni el momento borran tus verdaderos sentimientos, no era broma cuando te lo dije me gustas y claro que quiero ser tu novia.—Besé su fría mano.

La felicidad que vi reflejada en su rostro fue embriagante y melancólica, me hizo recordar y reflexionar ¿Si esa vez que me propuso matrimonio lo hubiera aceptado, así se vería su rostro? Brillante y lleno de vida, ligero... ¡Oh basta! Si muestro una expresión desdichada, el pensará que tengo dobles intensiones.

—Pero te recuerdo que aún debes platicarme tu secreto.—Lo abracé muy fuerte, apretándolo de la cintura.—Por ahora te perdono, pero me contarás después ¿Verdad?

—Anny, no deberías abrazarme así en la casa de tus padres.—Podía escuchar su corazón que latía rápidamente en su pecho, y sus manos frías inocentemente descansando en mis brazos.

—Felizmente restregaba mi cara en su pecho.—Es tu culpa por confesarte en este lugar, ahora te aguantas.

—¡¿Anneth, ya está la comida?!

Escuché el grito de mi madre desde el otro lado de la habitación, entonces Elías de un salto me separó y quedó pegado a la pared, parecía un ratón asustado a punto de ser comido por un gato, con los ojos saltones y su respiración agitada, sólo me reí, era realmente encantadora su reacción.

—Tranquilo Elías, no estábamos haciendo nada malo.—Murmuré.

Lavé mis manos y colgué el mandil naranja en un gancho pegado a la pared.

—Ya estamos listos, debemos salir ¿Me ayudas cargando la cazuela?

Era tan tierno lo nervioso que estaba, sólo asintió con la cabeza, ya no articuló palabra. Salimos al comedor, en la gran mesa de madera, pusimos un protector y la pasta ya preparada.

Mi madre ya estaba sentada, descansaba su cabeza sobre su palma, mirándonos con una extraña sonrisa. Elías al percatarse de ello, se puso aún más impaciente, definitivamente perdió el habla.

—Anneth, falta poner la mesa.—Habló melodiosa mi madre.—Siéntense chicos, yo me encargo.

Mi madre es una mujer intuitiva, buena para leer el lenguaje corporal de las personas y directamente honesta con sus pensamientos. De reojo miró a Elías, y una sonrisa discreta se dibujó en su cara, supongo que se percató de que el pobre hombre se iba a infartar pronto.

Dulces sueños, AnnyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora