CAPITULO 4

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Percibía el aroma a café y canela de cada mañana, Elías se levantaba temprano, me daba con la fragancia que se impregnaba hasta la recamara. Dormía con una sábana encima, demasiado cansada como para abrir los ojos.

La cama se hundió a lado mío, alguien me estaba mirando, ¿Supongo que... Elías? Claro que era él, sentí sus manos poco ásperas sobre mi espalda, resbalándose lentamente. Abrí un ojo sin moverme, sobre la mesita de noche estaba esa taza, aquella que en su cumpleaños le regalé "Picasso en casa", me pareció graciosa esa frase, una broma de mal gusto pensaría pues ya no pintaba, algún significado había si la seguía usando.

—¿Sigues dormida?—Su tono nostálgico, suave, impávido.

Habrán pasado diez años desde que escuché su voz madura, la extrañaba tanto. Quería levantarme, lanzarme a sus brazos, hablarle del fatídico día, que no me importaba su amante, que podíamos tratar de arreglarlo. Pero, un terrible dolor en mi pecho, no me dejó mover.

—Te diré algo, que despierta no podrías escuchar. —Hablaba bastante bajo, no distinguía bien sus palabras. —Cuando las personas que amas te lastiman, no puedes simplemente odiarlas o enojarte, dios, sería más fácil si así fuera... Cuando alguien que amas, te falla...—¿Qué fue lo que dijo?, habló casi a susurros.— ...Anne...—Sentí su beso en la frente, murmuró muy cerca de mi oído.—Ya no recuerdo cómo amar.

—¡Elías!—Me desperté, gritando.

¿Eso fue, un sueño o un recuerdo? Aún con su frase incompleta, entiendo a lo que se refería. Sobrepasando la indiferencia en la relación, aún me dolía escucharlo, sus expresiones... o la ausencia de éstas, lo sabía, esa "inexpresión" atípica, era el resultado de la internalización de su sufrimiento, la decepción que rompió su alma y la redujo a un vacío.

Abro los ojos, levando mis manos hacia el techo, con desesperación veo mi dedo desnudo, estoy otra vez en esta habitación, atrapada en esta fantasía, aunque en este punto me pregunto ¿Cuál de estas realidades es el sueño?

Sonó el despertador, era hora de levantarse a la escuela, ¿Cómo podía luego de esto, asistir y verlo a la cara? Fingir normalidad. Fue un aterrizaje bastante crudo a la realidad, una, en la que mi Elías, ya no existía.

—Bien, ¿Así que debo ir sentarme y pretender que nada ha pasado?, ir a sonreírle al fantasma de mi amado ¿Por qué suena tan ridículo?

Tomé mi teléfono, y escribí un mensaje: "Tuve una pesadilla, tengo miedo de ir a la escuela ahora" Se lo mandé a Elías.

No pasaron ni dos minutos, cuando escucho su llamada:

—Anneth ¿Estás bien?—Se oía alterado, preocupado.

—Tú tan amable...—No pude evitarlo, y rompí en llanto.

—¿Qué te pasa? ¿Si te da miedo ir por ese tipo, yo te acompaño... ¿Anneth?

Pero oírlo tan afable, tan inocente de la situación me lastimaba, era confuso, no podía responder.

—Ok, dime tu dirección, paso por ti... sólo dame cinco minutos en lo que me cambio.

Estuvo insistiendo hasta que se la di. Lavé mi rostro con agua, estaba hinchada de llorar, me puse el uniforme, y los zapatos, apenas y usé la peineta, entonces me llamó mi madre.

—Anneth, te buscan.

Cuando bajé las escaleras lo pude ver ahí, agitado, supongo que había corrido para llegar a tiempo, tenía una expresión complicada en su rostro, entre desconcierto, molestia, preocupación, al mismo tiempo que estaba avergonzado frente a mi madre.

Dulces sueños, AnnyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora