CAPITULO 11

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Justo como dijo, Elías no se presentó. El despertador sonó, a la misma hora de cada día, faltando diez para las seis de la mañana, para mi buena fortuna esa noche pude descansar correctamente, no hubo pesadilla que mermara mi descanso. Tenía la esperanza de que cuando llegara el momento de salir, un mensaje inesperado de él sonara pero eso no sucedió, cumplió su palabra. Veinte a las siete, era hora de irse.

Apenas pasaron un par de días con esta nueva rutina, pero me acostumbré rápidamente a la presencia de Elías, caminar por aquel páramo se sentía desolado.

—¡Anny, estás mal! ¡Ayer pasaron muchas cosas, deja que se tranquilice, también tiene qué pensar!—Me decía a mí misma en voz alta.—¡La ansiedad no es buena para ti, dale espacio! ¿Eres una adulta, qué no?... ¿Aún lo soy?

Es cierto, para el joven Elías puede que hayan sido demasiadas emociones en un día, si para mí lo fueron... Darle su espacio era lo mejor, pero, ¿Por qué me sentía tan sola en este instante? Mi cuerpo era pesado, pero, debía continuar.

Luego de unos minutos, llegué a la escuela sin mayores percances, cinco minutos antes del timbre ¿Ya habrá llegado Elías? Él es muy puntual.

Me apresuré a entrar al salón de clases, abrí la puerta de golpe, miré rápidamente hacia la ventana y... el pupitre de la última fila, vacío ¿No ha llegado? ¿No va a venir?

Me senté bastante decepcionada en mi asiento, ni siquiera saludé a Xime ni a Pau.

—Pau dijo algo molesta.—Al menos disimula un poco tu depre, un día que falte tu príncipe Rarito no es el fin del mundo...

—Xime jaló su oreja.—No seas así, deja de molestar a Anny, no se ve muy bien.

¿Es que tan obvia he sido? Ya para que comiencen a molestar mis amigas, vaya, ¿Sería mejor decirles la verdad? Honestamente me sentía muy desolada en esta situación.

Las primeras clases pasaron sin novedades, intentando que los minutos dejaran de correr tan lentamente, cuando hablan de que el tiempo es relativo ¿Se refieren a esto? Porque sentía como si hubieran pasado horas en lugar de minutos.

En el receso, me quedé de ver en la cafetería con las chicas. Ahí estábamos sentadas en las sillas de metal, en una mesa redonda de color blanca pegada al suelo, mi expresión era bastante monótona.

—¡Dios Anny, pareces una muerta! ¡Bájale a tu depre! No creí que fueras una intensa.—Pau en realidad parecía enojada.

—¿De qué hablas Pau? ¿Una no puede estar pensativa sin que la critiquen?—Posaba mi cabeza sobre mi mano, no miraba si quiera su rostro al hablarle, quizá mi postura era desdeñosa.

—Pau, ¿Por qué la atacas tanto? Si tanto quieres saber su secreto, ¿Por qué no le preguntas?

—¡Bien!—Frenética, golpeó las manos sobre la mesa.—¿Qué demonios sucede entre tú y el Lord Rarito?

—Se llama Elías, ¿Tanto te cuesta decirle por su nombre?—Seguía con la misma expresión, parecía que cada vez se estresaba más.

—¡Elías, lo que sea! ¿Qué hay entre ustedes?

—Nada...

—¡Con un carajo, Anneth! ¿Te voy a creer? Mr. Bicho no viene un día, y mira como estás, como si el alma se te hubiera salido del cuerpo.

—¡Cómo quieres que te cuente algo, si siempre estás haciendo comentarios degradantes hacia él! ¡Poniéndole apodos! ¡Es un ser humano, quizá no sea tan guapo como Ray, pero es mucho mejor persona que él!—Colmó mi paciencia, e impulsivamente le grité.

Dulces sueños, AnnyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora