CAPITULO 13

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Dios mío, lo hice. ¡Lo hice! ¿Qué fue lo que hice? ¡Qué rayos hice! Acaba de besar a Elías, veía al pobre hombre tirado sobre el pasto, seguro y le daba un infarto, ¡En mis recuerdos esto no había pasado así! Ni ese joven pelirrojo, ni el ataque de Ray y el beso... ¡Elías me correspondió! ¿... esto fue demasiado repentino hasta para mí?

Tenía que comprobar que estaba vivo, además de que debo admitir que me gusta molestarlo, con mi dedo índice toqué ese abdomen que estaba desprotegido sobre el pasto. Sólo miré cómo dio un salto, es bastante gracioso, la timidez de Elías era algo de lo cual gustaba aprovecharme, aunque no estoy segura de que le agradara.

—¡Basta, deja eso!—Él comentó exaltado, luego de ponerse como pudo la camisa.—¡Anneth, no juegues conmigo!... Dime por favor, ¿Qué ha sido esto? ¿Qué somos?

La primera vez que lo besé, cómo olvidarlo, habíamos quedado para salir al cine, una cita normal de pareja supongo. Era un fin un semana, los exámenes ya habían terminado y podíamos relajarnos un poco. Nos íbamos a ver en una plaza, en el centro de la ciudad, caminando a unas cuadras podríamos llegar al cine desde ahí.

Como era de costumbre... yo llegaba tarde. Lo miré ahí, tan guapo, sentado en una silla tomando un café, esperando pacientemente con su celular en mano, quizá me mandaría un mensaje. Me gustaba cuando usaba colores claros, pues resaltaban sus bonitos ojos azules, llevaba una camisa de vestir verde con un estampado de plumas pequeñas grises, ¿Creo que se había peinado ese día? Su cabello se veía menos alborotado de lo usual y unos pantalones negros. En sus muñecas, acostumbraba usar pulseras negras, o azules, rojas.

Iba caminando despacio, no quería que se diera cuenta que iba llegando, lo sorprendería. Me acerqué lentamente mientras estaba concentrado en la pantalla de teléfono y repentinamente, besé su mejilla. Su reacción inmediata fue moverse de un salto, tan bruscamente que hasta se cayó de la silla.

—Jajajajaja ¡Elías, cuidado! —Soy una mala persona por reírme, pero fue tan tierno.

Sólo miré a aquel pobre hombre, con la cara roja de la pena, a la vez molesto por mi gesto repentino.

—¿Por qué te asustas? ¿No reconoces los besos de tu novia?

—¡Anneth! ¿Cómo iba a saber que eras tú?—Le extendí las manos para ayudarle, pero se veía tan molesto que no accedió.

Oh vaya, la cita apenas iniciaba y ya estaba arruinada. Estábamos caminando en silencio, tomé su mano, no la rechazó, pero tampoco habló. Pero así era la dinámica: si él no me dirigía la palabra, yo tampoco lo incitaba a hacerlo; pensaba que no había razón para molestarse, fue una inocente broma, un saludo.

Decidimos cuál película veríamos, no me acuerdo del nombre, fue una de acción, deliberé que quizá ese tipo de película lo animaría. Pero su rostro estuvo serio lo que restó de la función. Ay, ya ni mi vestido azul que con tanta dedicación había escogido por él, ni lo notó, tampoco el lazo que combinaba con éste. ¡Era un hecho, cita arruinada!

Caminamos por ahí, el sol estaba bajando, pronto se ocultaría, pasamos por un parque, estaba muy molesta, me planté en la banca, sentada y fúrica, no me movería de ahí.

—Él se sentó a un lado y suspiró, hubo unos minutos de silencio y las palabras salieron de su boca.—Tu comentario... Dices que no reconozco los besos de mi novia...—Oh, no estaba molesto, estaba pensativo por mi comentario... ¿Cómo lo iba a saber? ¡Me sentí tan tonta de no haberle preguntado antes!—Es que... no nos hemos... besado...—Su rostro tomaba un color cada vez más rojizo, podía mirar sus manos temblar, reposadas sobre sus rodillas, su tono era temeroso y dulce.

Dulces sueños, AnnyDonde viven las historias. Descúbrelo ahora