El chico camaleón

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C A P I T U L O      1 3

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Cobré al cliente y guardé el dinero despidiéndome de él.

Ya estando libre, continué con los apuntes los cuales tenía que devorar para el miércoles. Los profesores se pusieron de acuerdo en tomarnos dos exámenes muy importantes el mismo día. Por suerte, yo poseía una muy buena memoria relacionando lo teórico con la práctica, me resultaba más fácil dar el examen de manera oral. Sin embargo, por esta vez prefería hacerlo escrito y así no equivocarme en ningún punto. Mi futuro dependía de estas notas: si mi calificación era alta, pasaba al próximo año a cursar las últimas cátedras equivalentes a estas; si era baja, tenía que recursar. Suspiré y bebí un poco de café para mantenerme despierta. Me faltaba media hora más para cerrar el mini súper y por fin iría a casa.

La campana sonó, mis ojos seguían en los papeles subrayados con colores, pero pude percibir que dos personas pasaron delante de mí. Minutos después, un hombre me entregó sus productos, me pagó y se marchó. Esperé por la segunda persona, pero no aparecía, entonces retomé el estudio. Maldije a mis adentro cuando la campana tintineó de nuevo, guardé mis apuntes y puse mi mejor sonrisa falsa para recibir al cliente, pero me llevé una sorpresa al ver a Ivo. Tenía una pinta tan escalofriante, su cabello rojo enredado, sus labios secos, su camisa azul arrugada y fuera de su pantalón gastado.

—No me vengas a joder, estoy trabajando y estudiando —avisé.

—¡Eres una zorra! —chilló.

Mi boca se abrió de golpe por el insulto inesperado.

—¿Y recién te enteras? Largo. —Mostré la entrada con el entrecejo arrugado.

—¡Una zorra de mierda, eso es lo que eres! ¡Seguro te acostaste con el jefe para que haga lo que tú quieras!

Me quedé totalmente neutra por las incoherencias que salían de su boca. ¿Estaba borracho? Me levanté y caminé hasta él para enfrentármelo, no sabía si era buena idea, pero tenía que respetar mi lugar de trabajo y, sobre todo, a mí como persona. Me paré firme, puse mis manos en mi cintura y con la mirada me demostré autoritaria.

—A ver, idiota. A mí me bajas la voz.

—¡Estoy seguro que le pediste que me eche mientras le mamabas!

Todo mi peso fue a una sola pierna luego de oír eso. Me quedé perpleja y repitiendo en mi mente cada palabra. Una pequeña sonrisa apareció en mi rostro, al final mi jefe escuchó mi queja y lo echó del trabajo. Por fin dejaría de ser acosada por Ivo, al menos en el mini súper.

—¿Te echó? —reí—. ¿Y cuándo me perdí semejante espectáculo?

—Hace dos semanas estoy buscando trabajo por tu culpa. —Avanzó conforme hablaba.

—Con razón estuviste aquel sábado en mi casa. Si te echaron es porque no aguantaba tu acoso de mierda.

—¡Sabía que te acostaste con él para que me eche! —Me empujó y me abofeteó la cara con mucha fuerza.

Me quedé dura a semejante violencia. Mi cabello rubio cubría mi cara y mi mano tapaba mi labio el cual lo sentía húmedo por la sangre que empezaba a brotar.

—¡Eres una mierda! —Y me dio otro golpe.

Caí al suelo aturdida, cerré mis ojos y luego los abrí encontrándome con la sombra de una persona uniéndose a la escena. Un muchacho alto con un gorro negro de lana estaba encima de Ivo. El pelirrojo golpeó la cabeza del chico y la gorra cayó al costado revelando un abultado cabello fucsia. Por desgracia Ivo llevaba la ventaja, estampó sus puños en el rostro del joven y este cayó al suelo casi rendido. Allí por fin pude ver su cara. Ivo, encima de él, proporcionaba todos los porrazos posibles, en cualquier momento iba a noquearlo.