8. Kathya y Mikhail (de 9:00 a.m a 10:00 a.m)

29 0 0
                                    

9:00 A.M. En el barco.

El puerto se alejaba cada vez más. Los chicos de ADICT y el capitán del buque miraban aquelo, incrédulos. Era evidente para ADICT que los guardias de los Voronkov estaban detrás de aquello. Sabían que ellos estaban a bordo, indudablemente. Todos se habían reunido en cubierta.

—Estamos metidos en un buen lío— dijo Laura.

—Oh, sí, para variar— habló Javi, con sarcasmo—. Siempre acabo metido en algún lío semejante, no me preguntes cómo.

—Sólo hay que conseguir el control de la embarcación y una vez logrado esto, retornarla al puerto tan pronto como sea posible—dijo José Antonio con su habitual parsimonia y pedantería.

—Retorna tú al manicomio del que te escapaste—replicó Javi, con desdén—. Por si no lo sabes, hay dos vampiros asquerosos que están controlando todo. Y los guardias magníficos de seguridad que contrató el capitán han caído como moscas. Por no hablar de los tripulantes de la sala de mando. Están muertos. No pienso regresar al puerto hasta matar a esos dos tipos.

—Yo no lo diría tan pronto—intervino Natalia entonces—. Mikhail y Kathya son dos y nosotros les superamos en número. Tratarán de mantenerse escondidos y transformar a cuantos más, mejor. ¡Tenemos que encontrarles antes de que termine el proceso de transfomación! Tenemos un par de horas apenas para ello.

—Vamos a la sala de mandos y detengámosles—exclamó Mei, decidida, dando dos pasos hacia una puerta.

—Alto—Javi levantó una mano. Mei se detuvo—. No voy a exponer a nadie innecesariamente. Puede que te creas guay y eso, pero no voy a...

—Me da igual lo que creas, pero yo voy a detenerles. No pertenezco a esta asociación y no tengo por qué hacerte caso.

Mei se dirigió a la puerta dejando a Javi con la palabra en la boca.

—Muy bien, lárgate—declaró Javi—. Pero como no perteneces a esta asociación no me hago responsable de lo que te pase. ¡Y tampoco pienso pagar los gastos de tu entierro! ¡Ni repatriarte a China!

—¡A Japón!— exclamó Mei, desapareciendo.

—Está loca. ¡Loca!—exclamó Sergio—. Tenemos que buscar ya.

—Bien, contacta con Héctor y Juanjo en la sede del CDM—le dijo Javi a Marta—. Nunca lo conseguiremos solos.

Héctor recibió la llamada y en breve se sentó frente al ordenador.

—Bien, contacta con los satélites de la Guardia Civil—le dijo Sergio.

—No tengo acceso—dijo Héctor—. Necesito una contraseña.

—¿No puedes entrar?—preguntó Marco.

—Me llevaría como diez minutos entrar en el sistema—repuso Héctor.

—El tiempo es oro—dijo Javi—, y si no disponemos de ninguna contraseña lo más lógico es que entres como puedas. Si puedes hacerlo, adelante.

Héctor comenzó a teclear en el ordenador, ayudado por Juanjo, sentado en otro terminal.

9:15 A.M. Sede de la ADICT.

Rafa miraba ensimismado la estela cántabra que había encima de la mesa. Algo le decía que tenían que ir a Cantabria a averiguar qué escondía aquel símbolo tan conocido por aquellas tierras.

—Yo sé dónde debéis ir—intervino la sirena, que aún continuaba allí.

—Ya, me lo has dicho treinta veces—respondió Rafa—. Pero deberíamos esperar a que vengan los demás.

ADICT II: TornadoWhere stories live. Discover now