16. Resurrección (de 5:00 p.m. a 6:00 p.m.)

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5:00 p.m.

Javi miró, aterrado, la jeringuilla clavada en su vientre. La agarró y se la arrancó tan rápido como le permitió su tiempo de reacción, pero el daño estaba hecho. La rubia sirena avanzó y se puso a su lado mientras él caía de rodillas al suelo.

—¿Qué tal te encuentras?—preguntó ella.

—¡Oh, muy bien, gracias, ahora me levanto a bailar unas jotas!—gritó Javi, enfadado, llevándose la mano al sitio del pinchazo.

—Deberías sentir un breve mareo en pocos segundos... y caer al suelo medio inconsciente...

Así fue como ocurrió. Cinco segundos después Javi cayó al suelo, jadeando, escuchando apenas como si fuera un murmullo de fondo la voz de Raquel.

—Y ahora por todos tus vasos sanguíneos se va a extender ese virus. No te va a matar. Sólo te proporcionará algunas habilidades extras...— Raquel se agachó al lado de Javi y le pasó la mano por la cara—. Estás enfriándote bastante. Sí, ya lo noto. Noto tu piel erizándose... oigo tu corazón palpitar... el sudor frío te empieza a caer por la frente. No te dolerá demasiado...

Javi lanzó un agudo grito cuando empezó a sentir punzadas y pinchazos por todo su cuerpo, pero duró apenas unos pocos segundos. A duras penas se puso de rodillas cuando todos sus compañeros entraron en tropel a la sala en la que estaban.

—¡Vale, qué pasa aquí!—gritó, más que preguntó, José Antonio.

—No pasa nada—dijo Javi, levantándose del suelo—. Esta señorita ya se iba, ¿verdad?— añadió, señalando a Raquel.

—¿Yo? No, en realidad—respondió ella—. Verás, ahora mismo puedes plantar cara a los Vicuña. Y quiero ese virus. Lo quiero antes que ellos.

—No entiendo nada—dijo Marta.

—Pues anda que yo...—dijo José Antonio.

—Es simple—explicó Raquel—. Ellos rompen el pacto conmigo y los míos, yo hago como que no pasa nada y voy tras vosotros, pero simplemente porque me conviene. Quiero que estéis de mi parte.

—Está totalmente loca, no sabemos ni lo que quiere y pretende que la apoyemos—José Antonio movió la cabeza—. ¿Qué pasa con eso del sello que controla a los neófitos?

—¿Eso? ¡Eso no es importante! Es una menudencia comparado con lo que busco. ¡Quiero que me ayudéis a coger el virus antes que los Vicuña! Saben dónde está. ¿Quién os permitió averiguar todo esto? Yo. Con todos esos cantos de sirena, con el robo de las estelas, con todos esos actos inexplicables a bordo de los barcos. Sí, esto viene de muy atrás...

—No tiene sentido porque nos atacaste una y otra vez—repuso José Antonio—. A mí no me le pegas.

—Oh, sí que tiene sentido. Mientras hago todo eso los Vicuña me aplauden y piensan que estoy de su lado.

—¡Ha muerto gente, maldita sea!—gritó Esther.

—Prefiero que mueran veinte o treinta personas ahora que no miles cuando los Vicuña logren coger ese virus y expandirlo por todas partes y crear su ejército. ¿Qué te piensas, que no he planeado todo, maldita bruja?

—¡Eres una...!— Esther se abalanzó contra Raquel pero la mano de Javi agarró el antebrazo de Esther.

—¡Suéltame!—gritó ella. Javi soltó el brazo con un aspaviento.

—Lleva razón. Cogeremos el virus y lo destruiremos—dijo Javi.

—¿Destruirlo, cuando podemos usarlo a nuestro antojo?—exclamó Raquel—. Podemos crear una ADICT muy fuerte, Javi, si lo utilizamos como es debido. Piénsalo...

ADICT II: TornadoWhere stories live. Discover now