19. Incursión. (de 8:00 p.m. a 9:00 p.m.)

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8:00 p.m.

Rafa, Lucas  y Galindo ya estaban en la puerta del edificio. El cuartel general de los Vicuña estaba vacío, abandonado. A Rafa le daba muy mala espina.

—No me fío un pelo de estos. ¿Llevas la thaser, Lucas?— Rafa sacó unas ganzúas y comenzó a abrir con ellas la puerta.

—Claro que la llevo.

—¿La pistola con agua bendita?

—Sí...

—¿Y las estacas?

—Tío, cálmate, ¿quieres?—le soltó Galindo—. Vamos a poner dos cámaras de nada. Esto está chupao.

—¡No está chupao! Es la guarida de los malos, así que no está chupao, quítate esa idea de la cabeza...—le espetó Rafa, enfadado, y siguió forzando la cerradura del portal, que se abrió en ese momento.

—Vamos...

Los tres pasaron y comenzaron a subir por las escaleras hasta llegar al tercer piso. Ese tercer piso en el que los vampiros se ocultaban. La puerta estaba abierta. Rafa entró delante, apuntando con la thaser. Pero parecía estar todo despejado.

—Pongamos las cámaras— ordenó Rafa—. Venga, rápido. Galindo, allí, tras el escritorio. Lucas, en esa pared. Y yo pondré esta allí enfrente...

Lucas comenzó a manipular la cámara para ocultarla en una esquina.

—Vamos a ver cómo funciona esto...

—Ponla y ya está. No le des más vueltas.

—¿Y por qué no la pones en el armario?

—Eso, Lucas, ¿por qué no la pones en...?—empezó Galindo, pero se detuvo—. ¿Quién ha dicho eso?

—Yo.

Casimiro se dejó ver en el umbral.

—Así que poniendo cámaras, ¿eh?

Rafa, con un discreto movimiento, ya había puesto la suya a funcionar. Desde la sede de ADICT, Sergio lo pudo ver todo.

—Natalia. Silvia. Corred...

—En tres minutos he llegado.

Rafa rezaba todo lo que sabía para que hubieran visto las imágenes en el cuartel general de ADICT y para que enviaran refuerzos lo antes posible.

—Vale. Ahora sí que estamos muertos—pronosticó Lucas.

—¿Muertos? No. Muertos, no. Transformados. Como vuestras dos amiguitas...

—Ah. Bueno. ¿Pero duele?—preguntó Galindo. Rafa se enfadó.

—¡Lo que te va a doler es el guantazo que te voy a soplar, anormal!— acto seguido sacó la pistola de agua bendita y disparó contra Casimiro de improviso. Lucas le imitó. Casimiro cayó al suelo, entre espasmos.

—¡Galindo, dispara con la thaser, maldita sea!

Galindo obedeció. Soltó toda la potencia de la thaser contra Casimiro, que se retorcía en el suelo. Sergio, al otro lado, miraba, incrédulo, la secuencia.

—No puede ser. Esto no puede ser...

Y en el acto, Natalia y Silvia aparecieron por la puerta, como una exhalación. Los chicos cesaron en sus disparos y Natalia agarró a Casimiro del cuello.

—Largaos de aquí. Vamos a acabar con esta escoria. Debimos hacerlo hace mucho...

—Esperad un momento...—empezó Lucas.

ADICT II: TornadoWhere stories live. Discover now