𝗖𝗮𝗽𝗶́𝘁𝘂𝗹𝗼 𝟯:𝗧𝗿𝗶𝗽𝗹𝗲 𝗮𝗯𝘂𝗲𝗹𝗮𝘀 𝗱𝗲𝗹 𝗱𝗲𝗺𝗼𝗻𝗶𝗼

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Me encontraba en la cancha de voley junto con algunos de mis hermanos jugando un juego matinal contra los sátiros, parecía que iba a llover

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Me encontraba en la cancha de voley junto con algunos de mis hermanos jugando un juego matinal contra los sátiros, parecía que iba a llover. La lluvia siempre nos rodeaba, aquí no llovía si nosotros no queríamos, aunque esa tormenta parecía enorme, al hacer un saque di vuelta la cabeza hacia la Casa Grande y vi que Percy junto con Grover se dirigían allí.

Había hablado con Annabeth sobre todo este tema de que Percy es el hijo de Poseidón, algo del Solsticio de Invierno, y que teníamos que conseguir una Misión.

Seguíamos jugando al voley hasta que de repente se puso a llover, dejamos de jugar de un momento a otro mirando atónitos el cielo, aquí no llovía si así lo deseábamos, algo malo de verdad estaba pasando.

[...]

—Tres compañeros pueden acompañarte. Grover es uno. Los otros dos de han ofrecido voluntariamente, si es que quieres aceptar su ayuda —le dijo Quirón a Percy, Annabeth me había arrastrado hasta la Casa Grande en cuanto vio que Percy había ido a visitar el Oráculo, ella se mantenía invisible con la gorra que le habían regalado su madre y yo estaba oculta en las sombras, me encontraba con el pelo empapado por la lluvia aunque me había cambiado de ropa y estaba seca.

—Wow —dijo Percy fingiendo sorpresa—. ¿Quiénes más serían lo bastante tontos como para ofrecerse voluntarios para una misión como ésta?

Annabeth se hizo visible y yo salí de las sombras.

—He estado esperando mucho tiempo por una misión, sesos de algas —habló la rubia—. Atenea no es fan de Poseidón, pero si vas a salvar el mundo, somos las mejores personas que pueden ayudarte a no echarlo a perder.

—Yo voy porque necesitan a una guerrera que les cubra las espaldas, además son mis amigos —dije sonriendo. Percy me sonrió agradecido.

—Si te dices eso a tu misma debo suponer que tienes un plan chica lista —habló refiriéndose a Annabeth.

—¿Quieres nuestra ayuda o no? —preguntó con las mejillas coloradas.

—Un cuarteto, eso funcionará —dijo el cabeza de pescado.

—Excelente —dijo Quirón—. Esta tarde, los podemos llevar lo más lejos hasta la Terminal de autobuses de Manhattan. Después de eso, van por su cuenta.

Un rayo destelló. La lluvia caía en los pardos donde se suponía que nunca teníamos climas violentos.

—No hay tiempo que perder. Creo que deberían ir a hacer las maletas —nos dijo Quirón.

[...]

Ya en mi cabaña me dirigí a mi habitación para empacar, metí dos mudas de ropa y algunas cosas más que iba a necesitar y cerré la mochila, al salir de mi habitación ya pronta y con mi mochila en el hombro me encontré con todos mis hermanos esperándome allí, algo que teníamos entre nosotros era el cariño de hermanos, sin bien no compartíamos el mismo ADN porque los dioses no tienen ADN ellos eran mis hermanos sin importar que, uno a uno se fueron acercando a abrazarme siendo el último Lee.

⇝Stella Woods y los Dioses del OlimpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora