𝗖𝗮𝗽𝗶́𝘁𝘂𝗹𝗼 𝟱:𝗨𝗻 𝗿𝗲𝘀𝗽𝗶𝗿𝗼, 𝗼 𝗻𝗼

18 1 0
                                    

 Esa noche nos sentimos bastante desgraciados

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Esa noche nos sentimos bastante desgraciados.

Acampamos en el bosque, a unos cien metros de la carretera principal, en un claro que los chicos de la zona al parecer utilizaban para sus fiestas. El suelo estaba lleno de latas aplastadas, envoltorios de comida rápida y otros desechos.

Habíamos sacado algo de comida y unas mantas de casa de la tía Eme, pero no nos atrevimos a encender una hoguera para secar nuestra ropa. Las Furias y Medusa nos habían proporcionado suficientes emociones por un día. No queríamos atraer nada más.

Decidimos hacer guardias por turnos, Percy se ofreció a hacer la primera por lo que acurrucándome bien en las mantas cerré mis ojos para poder dormir un poco, estaba cansada, pero igualmente mis sentidos permanecían alerta estando dormida.

[...]

Abrí mis ojos inmediatamente a la primera luz del alba, era algo muy común en mi, supuse que serían alrededor de las 5:50 o 6:00 AM, mirpe hacia donde estaba durmiendo Annabeth y la vi plácidamente dormida, miré hacia Percy y este también parecía estar durmiendo cómodamente, me estiré y pude percibir que Grover estaba despierto.

—No has dormido, ¿verdad? —le dije mirándolo con una ceja alzada.

—No, no pude, pero estoy en perfectas condiciones —se apresuró a decir.

—No lo dudo niño cabra —le dije con una sonrisa para fastidiarlo.

[...]

Annabeth estaba sacudiendo a Percy para que se despertara, pero el chico tenía el sueño más pesado que una ballena. Finalmente abrió los ojos.

—Vaya —dijo Annabeth—. El zombie vive.

—Corran, nos comerá el cerebro —agregué con dramatismo mientras miraba el hermoso caniche rosa que había encontrado Grover.

—¿Cuánto he dormido? —preguntó Percy.

—Lo suficiente como para darnos tiempo a Stell y a mi para preparar el desayuno —le tiró un paquete de cortezas de maíz del bar de la tía Eme que habíamos ido a buscar.

—Y Grover ha salido a explorar. Mira, ha encontrado un amigo —dije yo señalando al caniche el cual ladró cauteloso.

—No, en serio —le dijo Grover. Percy parpadeo, seguramente asustado.

—¿Estas hablando con... eso?

El caniche gruñó.

—Eso —le avisó Grover—. Es nuestro billete al oeste. Se amable con él.

—¿Sabes hablar con los animales?

Grover no le hizo caso.

—Percy, éste es Gladiolus. Gladiolus, Percy.

Percy nos miró seguramente esperando que nos riéramos como si fuera una broma, pero ninguna de las dos nos reímos, Annabeth mantenía una mirada seria mientras yo analizaba bien las cosas estaban gastando, pero ella estaba muy seria.

⇝Stella Woods y los Dioses del OlimpoDonde viven las historias. Descúbrelo ahora