Enfrentamiento, parte 1.

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-Tú... ¿Cuánto tiempo llevas aquí? -Una chispa incendió la mirada de Xue Yang. Comenzaba a pensar que el universo conspiraba descaradamente en su contra. Estaba seguro de haber visto a Xiao Qing correr en dirección al Ataúd; no obstante, allí estaba, de pie frente a él y el cadáver de Chang Ping, contemplando a éste último con una expresión que oscilaba entre la extrañeza y el miedo-. ¡Respóndeme! ¡¿Cuánto tiempo llevas aquí?!

Xiao Qing dio un respingo, observando a su hermanastro con un brillo timorato en la mirada.

-Yo no... Acabo de... Yo... -balbució, incapaz de expresarse con coherencia.

Yang hizo el amago de acortar las distancias, y la niña retrocedió de forma instantánea. Consciente del temor y la desconfianza que su actitud generaba en ella, Xue Yang hizo un esfuerzo por aplacarse a sí mismo y dulcificó sus facciones tanto como pudo.

-Lo siento, no debí gritarte -musitó, observando a Xiao Qing con aparente aflicción-. No estoy enfadado contigo, Qing. Por favor, confía en mí -Despacio, se acuclilló y extendió los brazos hacia la pequeña, invitándola a refugiarse en ellos-. Ven aquí...

A pesar de su reticencia inicial, Qing corrió hacia él y le abrazó con fuerza, apoyando la barbilla en su hombro derecho. Satisfecho, Yang torció una sonrisa y le acarició la espalda con delicadeza. Al cabo de unos instantes, Qing se apartó levemente de su contacto y le dirigió un mirada ávida de información.

-A-Yang, ¿qué ha pasado? ¿Quién es ese hombre? -interrogó la niña, sintiendo cómo el cuerpo ajeno se tornaba rígido casi de inmediato. Examinó el rostro de Yang con detenimiento, y pudo distinguir los pequeños riachuelos de agua salada que descendían por la piel de sus pómulos. Frunció el ceño, doblemente intrigada-. ¿Por qué lloras? ¿Estás herido? -Qing asedió al muchacho con la mirada, manifestando su interés.

Yang secó la humedad de su piel con la manga izquierda de su túnica, respirando profundamente. Necesitaba calmarse, hilar sus pensamientos y encontrar la forma de esclarecer las dudas de Qing de forma segura y convincente y, de paso, eludir el grave peligro que le sobrevenía.

-No te preocupes, estoy bien -aseveró, mirando fijamente a la niña. No podía permitirse titubear ni por un sólo instante. Debía cerciorarse de que creyera cada palabra emitida por sus labios. Xiao Qing era inocente, pero no estúpida; no cometería el error de subestimarla, por muy joven que fuera-. Respecto a ese hombre, ya no era humano, Qing. Se había convertido en un cadáver feroz, como los que me describiste antes, ¿recuerdas? Tuve que matarlo para protegeros a ti y a tu familia.

Qing le miró horrorizada.

-¿Cadáver feroz? ¿Así se llaman? -inquirió. Xue Yang asintió en silencio. La niña inspeccionó meticulosamente el cuerpo de Chang Ping, centrándose unos instantes en su grácil rostro y su mirada ligeramente desenfocada-. No se parece a los que mataron a mamá...-declaró, confundida. Yang apretó la mandíbula, sintiendo como su ritmo cardíaco se disparaba-. Aunque, la verdad, tampoco les recuerdo muy bien. A-Yang, ¿cómo se convierte una persona en un cadáver feroz?

-Te lo explicaré después, ¿vale? Ahora debo enterrarlo. Qing, escúchame, voy a necesitar tu ayuda... -Yang le dirigió a la pequeña una mirada férrea. Le horrorizaba el simple hecho de pensar en que Xiao Ning y Xiao Xingchen pudieran desmontar su teatro.

A diferencia de lo que ocurría con la secta Yueyang Chang, cuyas técnicas, hechizos y trucos le eran sobradamente conocidos, la secta Yi Xiao continuaba siendo un auténtico misterio para él. Debido a la predilección de sus miembros por el diálogo y el debate y su tendencia a evadir conflictos innecesarios, apenas había logrado presenciar unos cuantos combates insignificantes entre algunos discípulos. Xue Yang no dudaba de su propia fuerza ni de sus capacidades; no obstante, Xiao Xingchen había sido capaz de atisbarle un punto débil y asestarle una feroz patada en pleno combate, algo que no habría podido lograr cualquiera en tales circunstancias. Sin la oportuna intromisión de Xiao Ning, quizá el resultado de aquel enfrentamiento habría sido nefasto para él. Nadie podría arrendarle la ganancia si el líder del clan Xiao y su hijo unían fuerzas para hacerle frente, aún teniendo en sus manos el poderoso comodín que representaba Jiangzai.

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