DAMIEN [#2] ✔️

CAPÍTULO IV

Las parpadeantes luces del televisor ya comenzaban a quemar mis córneas. Tomé uno de los cojines que estaban en el sofá y cubrí mi rostro con él para poder dormir tranquilamente, sin la molesta iluminación golpeando mi cara. Mi plan se fue al carajo cuando sentí su mano arrebatarme el cojín.

—Por favor, quiero dormir —balbuceé con los ojos entrecerrados.

—No, no lo harás. No todavía —respondió Kian mientras sostenía el control remoto con la mano que tenía libre—. Acabo de buscarte una guía espiritual en YouTube para superar la ausencia de Auro. Estos últimos días tu vida entera depende él y su estancia en el hospital, estoy muy preocupado, Zoe.

Desde el sofá de mi mejor amigo —en el cual él también se encontraba sentado—, me acomodé y abrí los ojos para dedicarle una mirada comprensiva. La preocupación en su rostro era muy evidente y me sentía culpable por ello. Levanté mi torso para estar su altura y poder mirarlo fijamente a los ojos.

—Estaré bien, rizos, solo déjame dormir. Pasé la noche en vela cuidando de Auro, mañana entrará a cirugía nuevamente. Necesito descansar un poco y prepararme para estar con él cuando despierte o... —callé abruptamente cuando caí en cuenta de lo que estaba a punto de decir.

—¿O qué? ¿Muera? —Preguntó Kian esperando ansiosamente una respuesta.

—O que las cosas se compliquen —musité sin ganas, volviendo a acomodarme en el sofá para dormir.

El ambiente se tornó sumamente incómodo con eso último. Podía suponer que Kian al igual que Matthew, Damien y todos los demás habían perdido por completo la esperanza de que Auro viviera, incluso si fingía optimismo al estar conmigo. Estaba cansada de escucharlos decir que debía prepararme para su muerte y discutir, así que no quise agregar nada más del tema. Kian notó mi disgusto, por lo que rápidamente intentó cambiar el sentido de la conversación mientras recogía las envolturas de todas las golosinas que nos habíamos devorado una hora antes.

—¿Por qué le ocultaste a tus padres que te quedarías a dormir en mi casa?

—¿Qué crees que dirían ellos si se enteran de que pasaré la noche en la casa de mi mejor amigo, cuyos padres están fuera de la ciudad? Mamá tiene una mente cochambrosa, te sorprenderías.

El soltó una carcajada y me di cuenta de que podía sentirme un poco más viva al verlo sonreír.

—¿Es broma? —Cuestionó entre risas—. ¿Tu mamá piensa que tú y yo... ?

—Es por eso que le dije que pasaré la noche en el hospital —suspiré—, de nuevo.

Kian se puso de pie para comenzar a limpiar todo el desastre que habíamos dejado. Tomó las botellas vacías de jugo de manzana, las cuales estaban esparcidas por todo el suelo y las arrojó al bote de la basura. Colocó todas las cosas que estaban fuera de su lugar hasta dar la impresión de que ningunos jóvenes aburridos habían estado ahí devorando comida basura a más no poder. Una vez que ya había terminado, apagó el televisor y tomó uno de los cojines para estamparlo contra mi cabeza como manera de despertarme.

—Ve a la cama —me dijo luego de golpearme con el cojín.

—¿Qué? No, yo dormiré aquí en el sofá.

—No has dormido decentemente desde que Auro está en coma. Si sigues así te volverás loca, así que hoy dormirás en mi cama, yo dormiré en la habitación de mis padres. Tú misma lo has dicho, necesitas descansar para mañana. Auro te necesitará.

Bajo ese argumento, Kian el rizado tenía toda la razón. Había pasado la mayoría de mis noches durmiendo en el sofá del hospital, sintiendo la áspera tela rozar mi piel en cada movimiento y la rigidez de la madera con el que estaba hecho el soporte. Mi sueño ya era un desastre, comenzaba a olvidar cosas, mi cabeza dolía todo el tiempo. Necesitaba descansar, por lo que no me quedó más que tomar su palabra y asentir con la cabeza.