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CAPÍTULO VIII

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Kai Rider.

Por lo menos su nombre aparecía en el buscador de Internet. Llevaba más de una hora sentada en mi para nada ordenada cama, mi laptop estaba sobre mis piernas cruzadas y mi rostro con ojeras podía reflejarse en la pantalla. Mis ojos analizaban la información de cada uno de los artículos en donde se mencionaba el nombre del supuesto agente, como si de un escáner se tratasen; al mismo tiempo que mi mente repetía una y otra vez sus palabras dichas en el hospital.

—¿Qué quieres de mí? —Pregunté mientras veía su foto en Google, aún sabiendo que no respondería.

Según varias páginas de Internet, el agente Rider era muy conocido dentro del mundo policial por tratar grandes mafias alrededor de todo el mundo. Trabajaba para el FBI y estaba encargado principalmente del tráfico de armas ilegales y personas en los Estados Unidos. Tenía que aceptar que eso hacía bastante sentido, pues a lo poco que sabía, las mafias de Stanislav y Akim eran las responsables del 90% de las armas ilegales que ingresaban al país.

Llevaba meditándolo durante horas. Ya casi habían transcurrido veinticuatro horas desde que el agente y yo hablamos en el hospital y aún no podía tomar una decisión concreta. No quiso darme más información sobre el estado de salud de Auro a menos que platicáramos él y yo en privado. No pude aceptar en el momento porque mi paranoia me lo impedió. Algo estaba mal con ese hombre y podía sentirlo perfectamente. Su mirada no me inspiraba confianza, y guiándome por experiencias anteriores, le dije que no. Aún así, él estaba seguro de que me arrepentiría luego y querría buscarlo, por lo que me dio su número telefónico para llamarlo cuando estuviera lista, y creo que era el momento.

—No, ni lo pienses. No vas a buscarlo, Zoe —decretó Kian cerrando mi laptop de golpe.

—Él dijo que podía ayudar a Auro. Sabe sobre Gian Millani e Ignati Bogdanov. Esa no fue una invitación, Kian. Fue una amenaza. Si no le digo todo lo que sé, querrá entregarlos a la policía.

—De acuerdo —intervino Mónica mientras peinaba su cabello rubio en el espejo de mi habitación—, haz lo que tengas que hacer para salvar al papasito de Matthew. No irá a prisión antes de que pueda probar esos labios.

A pesar de que mi sentido del humor no era el mejor en esos momentos, escuchar a Mónica hablar sobre Matthew me había sacado una ligera sonrisa. Estaba totalmente cegada por su belleza, pero bueno, eso lo supe desde la noche que me llevó a la fiesta.

—¡No! —gritó Kian—. ¿Olvidas lo que pasó la última vez que confiaste en un policía? ¡Casi te vuelve loca! No vas a buscarlo, Zoe. —Repitió.

—Si Auro no está en coma, entonces no tengo idea de qué pueda estar pasando con él. Rider tiene un aura oscura, algo está ocultando y yo averiguaré qué es eso. Además necesito saber cómo se relaciona con Auro.

Escuché a mi mejor amigo resoplar molesto a mis espaldas. Kian jamás iba a estar de cuerdo conmigo en una situación de riesgo. Sabía que él quería protegerme, pero debía entender que yo ya no era la misma Zoe temerosa. Esta versión de mí enfrentaría a sus miedos a la cara y sin desviar la mirada ni un segundo.

Regresé la mirada hacia mi laptop, resignándome a que Kian y yo no compartíamos el mismo pensamiento. No quería discutir con él en estos momentos, así que decidí quedarme callada. Continúe leyendo los resultados de búsqueda que me arrojaba el buscador sobre Rider. El tipo parecía tener años de experiencia, pues ya había atrapado antes a varios líderes criminales.

Un silencio incómodo se apoderó de mi habitación por unos cuantos segundos. Mónica estaba concentrada tiñendo su cabello rubio —para hacerlo ver aún más rubio—, frente a mi espejo. Sus ojos azules estaban entrecerrados, calculando la precisión de sus manos mientras intentaba alcanzar hasta las partes más recónditas de su cabello.

DAMIEN [#2] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora