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CAPÍTULO IX

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Quería abrazarlo. Era todo lo que necesitaba. A pesar de que moría por entender lo que estaba ocurriendo, un solo abrazo suyo bastaba para acabar con todos mis problemas. Su mirada era esa pequeña vela encendida al final del túnel, aquella que te avisaba que aunque estuvieras caminando en la oscuridad, alcanzaría esa luz y las cosas mejorarían eventualmente.

Finalmente Auro estaba despierto. Su boca estaba ligeramente abierta mientras sus ojos me observaban de pies a cabeza. Era como si estuviese tratando procesar todo lo que estaba pasando. Y no podía culparlo, no era el único que no entendía ni un comino de lo que estaba ocurriendo.

—Auro —volví a decir sin poder creermelo aún. Una enorme sonrisa apareció en mi rostro y me lancé sobre él para abrazarlo fuertemente, intentando no herirlo más. Sin embargo, no obtuve respuesta de su parte.

A pesar de que mis brazos estaban rodeando su cuello, los suyos permanecían a sus costados.

—Pues... Eso creo —respondió no muy convencido, luego señaló la sangre en su abdomen. Tan solo habían pasado un par de días desde la cirugía que le realizaron, por lo que podía suponer que los puntos se habían abierto—. Una bala atravesó mi cuerpo, de eso sí estoy seguro. Así que, supongo que sí soy yo.

Sus ojos volvieron hacia mí. Definitivamente era Auro, no tenía ninguna duda, aún así había algo en el ambiente que se sentía diferente.

Me acerqué más a él y tomé su rostro entre mis manos. Acaricié suavemente su mejilla con mi dedo pulgar y como si él fuera mi fuente de energía, sentí que me llenaba de mil años de vida. Mantuvimos el contacto visual durante unos segundos, ninguno de los dos decía nada a pesar de que nuestra necesidad del uno por el otro era notoria. Por un instante sus ojos se perdieron en mis labios y el tono celeste verdoso de los suyos me hizo perderme a mí.

—No puedo creer que al fin estés despierto —susurré mientras unía nuestras frentes. Con la cabeza agachada era imposible no ver la sangre fresca que se esparcía por su bata, por lo que inmediatamente supe que tenía que hacer algo para detenerlo—. Debo hacer algo para que dejes de sangrar. Ya has perdido demasiada sangre, no dejaré que vuelvas a esa cama —farfullé intentando detener su sangrado con la presión de mi mano—. ¿Cómo es posible que de la nada estés de pie? Ni siquiera podías respirar hace unos días. No entiendo nada de lo que ocurre, pero no tienes idea de lo feliz que me hace verte. Te extrañé tanto.

De su boca no salió ni una palabra, por el contrario, solo una expresión de confusión se apoderó de su rostro.

—Ah... ¿Extrañarme? —dudó él apenado y con un ligero sonrojo en sus pálidas mejillas. Parecía estar incluso más perdido de la situación que yo. Tomó mis manos y las retiró sutilmente de su rostro—. Perdona, ¿nos conocemos?

Escucharlo decir aquello fue como sentir que mi interior se deterioraba lentamente, al igual las rocas de un deslave. Su entrecejo estaba fruncido, denotando el desconcierto que estaba sintiendo y en sus labios había un incómodo intento de sonrisa.

—¿Qué? No, Auro... ¿Estás hablando en serio? —logré apenas soltar.

—Me temo que si es así, entonces no puedo recordarte. Aunque quisiera —me dedicó una mirada comprensiva—. Eres muy hermosa. Me recuerdas a una de mis exnovias, ¿sabes?

No podía tragar sus palabras, ni creer que lo estaba diciendo. Mis ojos estaban comenzando a cristalizarse de solo imaginar que Auro no pudiese recordarme, ni todo lo que ha íbamos pasado antes de llegar hasta aquí. Fue entonces cuando noté que él comenzó a carcajear descontroladamente. Comenzo a reír tan alto que el aire le faltaba, al mismo tiempo que soltaba pequeños quejidos por su herida abierta.

DAMIEN [#2] ✔️Donde viven las historias. Descúbrelo ahora