Si las miradas pudieran asesinar, Matthew y Laraina habrían muerto desde el primer instante en que ella entró por aquella puerta. Los hipnotizantes ojos grises de Matthew estaban completamente fijos en ella, pendiente de cada uno de los movimientos que hacía. Podía decir con seguridad que jamás había visto a Ignati en un estado parecido al que se encontraba ahora. Parecía estar terriblemente enfadado y al mismo tiempo ahogándose en una profunda tristeza.
La chica de cabello morado intentaba llegar hasta la camilla de Auro, mientras una expresión de desasosiego se instalaba en su rostro. Quise impedir su camino, pero ya era demasiado tarde. Laraina ya tenía sus manos con pedicura negra sobre el rostro de Auro, acariciando suavemente su frente.
—Es mejor que te vayas —le dije intentando no iniciar una discusión. Era obvio que ella había sido cómplice de Damien y tenía unas inmensas ganas de arrancarle esos mechones morados.
—No vas a obligarme —me respondió cruzándose de brazos—. Vine a verlo, estoy preocupada por él. No solo fue tu novio, ¿recuerdas? Lo conocí antes que tú, pasé mucho más tiempo con él. Tengo más derecho que tú, lagartija mojigata.
Oh no, no lo hizo. Desde que amanecí con Damien semidesnudo en mi cama, supe que mi día sería horrible, pero la presencia de ella era la gota que derramaba el vaso. Estaba a punto de responderle y utilizar mis mejores insultos —que por cierto, no eran muchos—, pero Matthew me detuvo. Detrás de mí, escuché su voz resonante tratando de impedir que iniciaríamos una pelea en la que cabellos morados saldrían disparados por el aire.
—Vamos Laraina —le dijo—, tú y yo sabemos que tienes experiencia en irte y abandonar a las personas cuando más lo necesitan. Sé inteligente, date cuenta que nadie te quiere aquí y haz lo que mejor sabes hacer: irte.
Ella rodó los ojos y giró su cuerpo en dirección a él. Finalmente estaban frente a frente, lo que tanto habían estado evitando desde que Laraina regresó a Los Ángeles.
Ignati parecía estar soltando lo que tanto tiempo llevaba guardado dentro de él, el dolor de la traición de su novia; y al parecer, ahora era el turno de ella.
—Ignati, ya supérame. No es momento para tu resentimiento de exnovio. Me fui porque quería conocer a Damien, ya lo sabes. La curiosidad me mataba. Un misterio tan oculto entre Auro y tú, tenía que verlo con mis propios ojos.
—Ah, ¿y te enamoraste de él también por mera curiosidad? —Cuestionó él irónico.
—No, es solo que es realmente bueno en la cama —contestó sin rodeos.
Alcé las cejas al darme cuenta de que estaba en medio de una pelea de exnovios, y una bastante incómoda. Laraina ya había tenido justo esa conversación con Auro cuando se apareció con Damien en su habitación. Esa conversación en la que se recriminan mutuamente por los errores pasados.
—Nunca sentiste nada por mí, ¿verdad? —Preguntó Matthew, intentando fingir que no le importaba.
Yo sabía que no era así. Esa pregunta lo lastimaba. Se lastimaba a él mismo porque a pesar de todo, ya conocía la respuesta.
—Antes de Damien, estaba enamorada de Auro —declaró ella—. Tú solo fuiste una transición, Ignati. No significó la gran cosa para mí, afróntalo y supéralo. Por favor, todos sabemos que eres el perro de Auro, el que se come las sobras que deja en el plato. Siempre esperando a que tenga algún problema con sus chicas para ir detrás de ellas. Sucedió con Heather —comenzó a enumerar con los dedos mientras trataba de recordar—, con Dalilah, con Jenna, con Lauren, conmigo —sus calculadores ojos celestes de pronto se posaron en mí-, con Zoe. Todo el tiempo estás intentado robarle las novias a tu hermano mayor, ¿y te ofende ser la segunda opción? ¡Reacciona! No eres más que un niño mimado por su papi que quiere ser la sombra de su hermanastro.
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DAMIEN [#2] ✔️
Mystery / Thriller[ TERMINADA ] SEGUNDO LIBRO DE AURO. Tras haber escapado del maléfico plan de Akim, Zoe sigue en la lucha para detenerlo en compañía de Matthew y Kian, al mismo tiempo que intenta mantener a salvo a todos sus seres queridos. Auro se encuentra en un...
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