Alicia Roberts. Residente de Los Santos, cumple su trabajo como informante en cubierto del dueño de la ciudad, el Superintendente. Mientras ella hace tratos con mafiosos y se escabulle entre tiroteos, se da cuenta de las inmensas fuerzas que control...
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Hay momentos en los que queremos vivir para siempre, cosas tan simples que te dan tanta felicidad que no te das cuenta de ello hasta que ya no está. Esos momentos que llegan a cualquier hora, en cualquier lado, que duran poco y se extrañan mucho, que cuando terminan te das cuenta de que no lo aprovechaste como debiste, pero que ya es tarde y mentalizas que debes tener constancia de que sucede la próxima vez.
Así se sentía Alicia, estaba despierta, eran aproximadamente pasadas las seis de la mañana, aún quedaba mucho tiempo para dormir, estaba demasiado cómoda en esa cama, calentita bajo las suaves y ligeras sábanas, en una posición de la que no se pensaba mover, con la cabeza apoyada en una de las almohadas más cómodas donde hubiera estado jamás.
Maldijo interiormente el fuerte dolor de cabeza que interrumpió su bello momento, lo conocía como resaca y le estaba partiendo la cabeza en dos. Abrió los ojos muy perezosamente, para ver el hermoso color blanco perla de las paredes, las paredes que rodeaban una amplia y limpia ventana por donde se veía un cielo celeste despejado y hermoso, el cual era tapado por los múltiples edificios que veía desde allí.
Esa no era su habitación.
Su habitación tenía las paredes color verde musgo y estaban desgastadas y rasgadas por los años. Su ventana no era amplia, era del tamaño justo para iluminar la pequeña habitación y tenía unos horribles postigos que rechinaban por el óxido presente en las visagras. Desde su cama no veía la ciudad de Los Santos en su más bella expresión, veía un descampado desocupado y sucio, y tenía la mayor parte tapada por el edificio de enfrente.
Asumió que se encontraba en un lugar de la alta sociedad, por los colores y las vistas. En uno de esos modernos y caros edificios donde Alicia siempre había querido vivir desde que los vió la primera vez que llegó a la ciudad.
Alicia notó unos brazos aferrados a su cintura y un cuerpo entero detrás suyo. Giró un poco la cabeza para identificar a su acompañante. Al hacerlo, empezó a apoderarse de ella la verguenza y el arrepentimiento, aunque le hicieron una verdadera competencia a la resaca cuando se dió cuneta que la camisa tan caracteristica del hombre, la cual llevaba todos los dias estaba tirada en el suelo cerca de sus interiores negros de encaje.
Se levantó despacio y sin hacer ruido para no despertarlo. Tomó su ropa lo más rápido que pudo para ir de puntillas de pie hasta el baño de la habitación. Antes de empezar a cambiarse, se tomó un momento para apreciar el cuarto en el que se encontraba. Era un espacio amplio y muy moderno y limpio.
'Como todo en él' Pensó la morena mientras abrochaba su brasier.
El baño tenía un hermoso y amplio jacuzzi con detalles en madera oscura, junto a este, había un espacio grande cerrado por piezas de vidrio, era la ducha, la mejor ducha que ella haya visto alguna vez. Mentiría si dijera que no quería bañarse en ella, pero no tenía tiempo. No sabía cuando su compañero despertaría.