Epílogos

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Epílogo Uno:

Arnold Flass se despertaba, vestido únicamente con unos bóxers sueltos y atado a una silla.

—¿Durmió bien, comisionado? —preguntó Owlman frente a él.

—¿Qué quieres de mi? —preguntó con terror Flass—. Por favor, puedo ser de utilidad para tí.

—No lo dudo —afirmó Owlman—. Pero, para tu desgracia, ya pacte con alguien más.

Owlman se movió a un costado, dejando ver a Jim Gordon con un bate de béisbol. Y, a su lado, su esposa: Bárbara.

—¿Jim? —preguntó con temor Flass.

—Esto es por mi esposa —exclamó antes de golpear con el bate la rodilla izquierda de Flass, destrozándola. Arnold empezó a gritar del dolor ante aquello—. Esto, por amenazar a mi hija —dijo antes de golpear la rodilla derecha, teniendo el mismo resultado—. ¡Por todas las humillaciones hacia mi y mi familia! —gritó mientras golpeaba las costillas del rubio, haciéndolas añicos y provocando que se clavaran en los órganos internos de este—. ¡Bastardo hijo de puta!

Un último golpe fue a parar a la boca del comisionado, destrozando sus labios junto a varios dientes. Baba y sangre salieron de entre los labios de Flass, que no pudo evitar soltar lágrimas ante el dolor.

—¿Pensaste que todo lo que nos hiciste quedaría impune? —preguntó Bárbara Gordon, aproximándose a Flass con unas pinzas—. Te equivocabas.

La mujer metió la pinza por la abertura frontal del bóxer y sujeto con esta el miembro de Flass, que lloraba y gritaba en completa desesperación. Bárbara, con una sonrisa llena de dolor, empezó a apretar cada vez más aquellas pinzas, provocando que el boxer se tiñera de rojo.

Epílogo Dos:

Un reportero junto a su camarógrafo se movían en lo que parecía una zona de guerra, aunque hasta hacia poco aquello era una tranquila ciudad.

—Pase lo que pase, no dejes de grabar.

La policía se encontraba disparando toda su artillería, entre gritos y órdenes desesperadas. De pronto, un rayo rojo partió a la mitad a varios policías e hizo explotar algunos autos.

—¿Qué rayos es eso? —preguntó a los gritos el reportero.

La cámara enfocó una imagen de aquel atacante, cuya piel parecía resistir cualquier proyectil y cuyos ojos disparaban fuego. Aquello era, un monstruo de acero. Un súper hombre.

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Owlman: Lord of CrimeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora