Mirada Ámbar

Capítulo 8: Sombras celestes

Sus ojos se perdían en los de aquel hombre sereno y misterioso que se dedicaba a observarle con la más grande admiración, no tiene idea de porque le ve de esa manera, y no con el morbo habitual con el que está acostumbrado a que le recorran el cuerpo como si estuviera de oferta en un centro comercial.

Le agrada, tal vez demasiado pese a que no lo conoce de nada, pero le transmite seguridad y a la vez le hace sentirse tímido, aun así se obliga a ejecutar con gracia y sensualidad aquel baile erótico que atraía más de una mirada lasciva sobre su persona. Pero todo aquello pasaba a segundo plano, porque en ese momento lo único que le importaba era captar la atención de aquel hombre de encantadora mirada ambarina.

Cree sentir la necesidad de conocerle, se pregunta si causara el mismo efecto en el hombre, probablemente no, después de todo solo es un simple stripper que está ahí para entretenerlo, para incitarlo a que compre sus servicios…

Sus ojos no perdían de vista la perfecta figura de Alois que lo encantaba con cada movimiento que parecía hecho solo para él y por él. No tenía la más remota idea del porque, pero ansiaba conocer a ese chico rubio de extrema belleza. Lástima que el espectáculo se le hiciera tan malditamente corto.

En cuanto aquel lindo niño regreso a lo que Claude supuso serian los vestidores salió un peculiar pelirrojo, el cual capto esta vez la atención de su idiota amigo, lo cual se le hizo un tanto extraño, ya que aquel bailarín de cabello rojo era todo lo contrario de los gustos de Sebastián, alguien demasiado llamativo para una persona que parece pasar inadvertido por todos. Toda la situación era más que extraña, aun así sabía a la perfección con quien es que acabaría Sebastián esa noche.

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Su azulina mirada recorría la desnuda figura que reflejaba aquel enorme espejo de cuerpo completo, del cual escurrían tibias gotas de agua producto de su reciente ducha. Suspira frustrado al momento de comenzar a secarse el cabello, porque sabe que solo dispone de unos cuantos minutos para estar completamente listo y es que desde hace meses no recuerda una sola noche en donde un cliente no pagara una alta suma de dinero para estar con él.

La sola idea de que alguien lo toque le sigue asqueando demasiado, pero no lo puede evitar, ansia salir corriendo, pero cuando está a punto de tirar la toalla y darse por vencido en ese mundo de mierda, la encantadora y brillante sonrisa de su hermanito viene a su mente. No es un tormento, tan solo es su realidad.

—Te esperan dentro de quince minutos —escuchó el molesto murmullo de la voz de aquel hombre.

Un escalofrió recorrió su cuerpo por completo al pensar en la clase de pervertido que había pagado por acostarse con él. Con molestia Alois gira el rostro para observar la puerta, no tiene caso dar una respuesta porque sabe que él ya se ha marchado, siempre lo hace, y tampoco es como si lo quisiera cerca, le repugna demasiado su sola presencia, tanto que en sus más locos sueños ha pensado en matarle.

Tal vez todo sería mejor si lo hiciera, seria libre, pero entonces su mente le hace una mala jugada que le detiene y es que piensa en la posibilidad de ser atrapado, de estar solo no le importaría, pero no es así, aun queda su amado Luka, la única persona que ama.

Suspira frustrado con su patética vida y es que dentro de nada tendrá que abrirse de piernas para un bastardo con dinero. Odia su trabajo, aun así se arregla para aquel desconocido y tras rociarse un poco de perfume sale del cuarto, camina por los pasillos intentando mantener su mente en blanco, costumbre que ha tomado muy enserio, porque si no piensa y no siente puede imaginar que nada a pasado, obligándose a creer que todo es una pesadilla, una maldita pesadilla que se recrea noche tras noche.

Impotente mira aquella blanca puerta, lugar de sus más nauseabundos recuerdos. Parpadea un par de veces, abriendo y cerrando la boca en un vano intento de oxigenar sus pulmones, siempre es lo mismo, siempre le falta el aire a escasos centímetros de la puerta.