Capítulo 6: El colegio.

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Era el primer día de clases, mi último año.

Todas mis lecciones coincidían con las de Andrew, así que llegamos a las primeras: Historia Universal.

Nos sentados enfrente, porque en lo personal me distraigo muy rápido y me gusta poner atención. El profesor Haymitch, como a él le gusta que lo llamen entró y empezó a dictar su charla sobre Egipto, sus faraones y todo eso.

A los 10 minutos de clase, la chica de ayer entró. Con sus ojos rojos, seguro venía de fumar hierba. Pidió disculpas por llegar tarde y se sentó en la parte de atrás. Varios chicos del salón ya tenían sus ojos puestos en ella. Pero para mi, era una más del montón.

Pasaron varias clases. Y por fin llegó el almuerzo. Yo no era uno de "Los chicos populares". Pero tampoco pasaba desapercibido, mis amigas cercanas decían que era atractivo y que muchas chicas me veían guapo. Sólo que yo no le daba la oportunidad a ninguna.

Sin razón alguna empecé a buscar a la pelirroja, el comedor no era tan grande y no era difícil encontrar a alguien. Pero ella no estaba allí. El almuerzo acabo y decidí ir a mi casillero a buscar unos libros, pero de repente vi a la chica salir de la enfermería palida, sudorosa y tenía dificultad para respirar. Así quise acercarme a ella y preguntarle:
-¿Estás bien pelirroja?
-Ian, no me llames así, soy Eimy. ¿Recuerdas?
-Lo siento, es que tengo mala memoria. - Le respondí con algo de vergüenza. -¿Estás bien Eimy?
-No Ian, no estoy bien. Pero no es nada. Anda, vete.

Me indignó que me tratará así, como si yo no fuera nadie. Entonces decidí irme e ignorarla.

Llegué a mis siguientes clases, el tiempo pasó y salimos de la maldita cárcel a la que tenía que asistir en el siguiente año.

Camino a mi casa, la vi de nuevo. Iba llorando otra vez. ¿Qué pasa con las pelirrojas? ¿Todas son así de lloronas?

Pasé a su lado y le dije:
-Linda vamos, sube. Te llevo a tu casa. -Ella accedió rápido y se montó en mi auto.
-Lamento lo de antes, es sólo que estaba cansada. -Me respondió con esa voz tan peculiar.
-No nena, está bien. Pero dime, ¿Qué rayos te pasa? ¿Por qué lloras cada vez que te veo?
-Ian, no es nada. Estoy bien, de verdad.
-Eimy, no soy estúpido. ¡Dime!
-No es nada. -Me dijo algo enojada.
-Ok, entiendo. No me digas. -Le respondí algo enfadado. Porque sabía que ella estaba mal y de una u otra manera quería saber que le pasaba.
-Nena, éste sábado cumplo 18 años y haré una fiesta en mi casa, ¿Quieres ir? Puedes llevar a tus amigos y licor si también quieres, mis padres no estarán y puedes dormir ahí si quieres.
-Rayos chico, con calma. ¿De acuerdo?
-Es mi cumpleaños y hago lo que quiera. -Le dije con tono gracioso.
-Ian, no haz perdido tu payaso interior.
-Eimy, ¿Por qué no te recuerdo? -Le pregunte extrañado.
-Porque era de las niñas raras que se sientan atrás.
-Justo como esta mañana.
-Sí, justo así. Me gusta pasar desapercibida. Soy bajita, delgada y rara. ¿Quién nota a alguien así?
-Nadie. -Le respondí algo triste.
-A mi no me molesta ser así, de hecho es lo que he intentado todos estos años. Estar ahí sin que nadie me note. El único problema es que chicos como tú no me recuerden. ¡Lo siento! No quise decir eso. Oh Ian, yo y mi bocota.
-Linda, quiero recordarte, se dónde vives, una calle abajo de mi casa. Tu mamá hacía galletas para mi. Pero tu cabello a cambiado, antes era café. Creo que es por eso que no sabía quien eras. -Eimy la rara-. Ups, lamento eso muñeca, es sólo que así te decían mis amigos. -Le dije algo avergonzado.
-Exacto, la rara. Tranquilo chico. Estoy acostumbrada.
-Bueno, llegamos. -Pare justo enfrente de su casa, me baje para abrir su puerta. -Estás en casa señorita.
-Gracias Ian, eres todo un caballero.
-De nada, te veo luego.

Me monté de nuevo en el coche y me dirigí a mi casa.

Tuve una pequeña charla con papá acerca del incidente. Le pedí disculpas, cenamos y me fui a dormir. Los siguientes días de la semana fueron normales, había empezado a viajar con Eimy y a conocerla un poco mejor.

Llegó el sábado, mi compleanos número 18.

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