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Decir que estaba nervioso era poco, las últimas horas se las había pasado en la oficina compartida con su jefe, el cual le había dicho que no iría a trabajar temprano a la empresa, pues aún no terminaba el trabajo que había empezado el día anterior, por lo que le había recordado sobre su cita a las 4:00pm en la sala principal de juntas, a dónde se dirige actualmente.

No podía ocultarlo, su semblante se notaba tenso y las ojeras decorando sus ojos solo reflejaban lo poco que había descansado la noche anterior. Se la había pasado torturándose con sus pensamientos, había hablado con sus amigos sobre el tema para sentirse más tranquilo, pero realmente no logro conseguir tal tranquilidad, si bien tenían razón y todo podría resultar saliendo bien, algo dentro de él no lo dejaba en paz.

Llamémoslo golpe de suerte, o al menos así lo sentía, el famoso golpe de suerte que había estado teniendo los últimos días y no sólo eso, sino justamente el día anterior, su vida había cambiado en un solo instante y estaba seguro de que todo podría venirse a bajo. No es por ser pesimista, pero no estaba acostumbrado a ese tipo de hechos ocurriendo en su vida diaria, por eso sentía todo como un sueño, del que pronto despertaría.

Los nudillos de su mano tocaron contra la puerta de madera de la entrada, anunciando su llegada, sus manos temblorosas las guardó en los bolsillos delanteros de su pantalón, soltando un suspiro y cerrando los ojos momentáneamente hasta que escuchó su voz.

—¡Adelante! —Su jefe pidió del otro lado de la puerta, acatando su orden una vez que intento calmarse mientras las palabras de sus amigos resonaban en su cabeza.

Todo estará bien.

—Hyung... —Saludó en cuanto se adentró en la espaciosa habitación, inclinando la cabeza de manera cortés en dirección al contrario quien ni siquiera lo vio de reojo, simplemente alzó la mano apuntando a la silla del extremo contrario, justo frente a él.

—¿Sabes por qué estás aquí, Kim? —Preguntó en cuanto apartó la mirada del computador portátil, poniéndose de pie en dirección a la pequeña mesa que adornaba el lugar, tomando un control remoto de esta entre sus manos.

—No realmente... —Respondió casi en un susurro, reprendiéndose a sí mismo al hablar tan bajo, dejando notar el nerviosismo en su voz.

—Mhm, vamos a ver si recuerdas esto. —Apuntó hacia el televisor frente a él, alzando la mano a la altura de su pecho para encenderla, revelando la imagen que hizo que su corazón se acelerara.

Y cómo no iba a reconocer su propia audición. Tonos en blanco y negro se mostraban en la pantalla, su propia voz llenó sus oídos y la parte superior de su cuerpo se mostraba con claridad.

Las palmas de sus manos estaban sudando, tenía la boca seca y los labios entre abiertos a manera de sorpresa.

Lo sabe.

Por su puesto que lo sabe, es el jefe, en cualquier momento se enteraría. ¿Pero por qué hacérselo saber así? Realmente no quería saber la respuesta, porque la manera en la que las cosas estaban sucediendo era lo que más se temía, sus amigos habían estado equivocados y nada marchaba bien.

La mirada del mayor no abandonó la televisión en ningún momento, tenía una expresión seria que no entendía, podía ver los músculos de su cara contraerse al apretar la mandíbula, tenía los brazos cruzados y el ceño fruncido.

Ni siquiera sabía en qué momento el vídeo había terminado, pero sus sentidos se dispararon en cuanto  el sonido del control remoto chocando contra la mesa entró por sus oídos, haciéndolo parpadear incrédulo y dirigir la mirada hacia el pelinegro, quien le sostuvo la mirada por primera vez en los que habían sido, probablemente, los cinco minutos más agobiantes de su vida desde que entró a la sala.

¿Qué hice? (Taegi/Yoontae AU) SEGUNDA PARTEDonde viven las historias. Descúbrelo ahora