Sábado

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La una de la tarde es una hora maravillosa para levantarse cuando llegas a casa al amanecer. Yanli no tardaría mucho en llegar así que era hora de ir preparando la comida. El café tendría que esperar al postre. Mi cabeza sigue algo embotada mientras preparo automáticamente algunos acompañamientos. Yanli llega cuando estoy terminando. Ella siempre me da algunos consejos para terminar de afinar la sazón. Le pregunto por su día mientras preparo la mesa.

La panadería en la que trabaja los fines de semana siempre tiene un montón de encargos de pastelería. Es tanta la gente que aparece a primera hora para comprar el desayuno allí, que tienen que empezar muy pronto las preparaciones. Normalmente ella está saliendo o ya se ha ido para cuando llego a casa. Son pocas las ocasiones en las que coincidimos y la acerco hasta su trabajo, por desgracia. Por suerte la panadería no está lejos. De hecho, tiene menos de diez minutos caminando. Fue una suerte encontrar un trabajo tan cercano. A las horas a las que entra no me quedaría tranquilo si tuviese que ir muy lejos. Por suerte vivimos en un barrio muy tranquilo.

Yanli pregunta por Wei WuXian y trato de esquivar la pregunta. Ella no tarda en averiguar. Tampoco que parte de mi estado de ánimo es debido a ello. Yanli asegura que todo está bien y que WuXian debe crecer por su cuenta. ¿Qué soy demasiado sobreprotector con él? Llevo cuidando de ese idiota desde que tenía seis años y desde entonces no ha cambiado lo más mínimo. ¿Cómo podría no preocuparme? Yanli no es una idiota idealista como Lan XiChen. Pero me temo que si se conocen acabaran completamente aliados en mi contra. ¡Claro que sé que Wei WuXian volverá llorando y rogando por ayuda si algo pasa! ¡Precisamente eso es lo que quiero evitar! ¿Tan difícil es de comprender? ¡Ese idiota es masoquista! ¿Qué demonios he hecho en vidas anteriores para acabar en esta familia?

Una ducha en condiciones y un café tan cargado que casi puede masticarse, son suficientes para despertarme por completo. Vuelvo a enfundarme los mismos vaqueros del día anterior, el choquer de cuero y una camiseta ligeramente más holgada. Me despido de Yanli, está usando el portátil para hacer un trabajo para la universidad. Espero que WuXian haya tenido dos dedos de frente y haya borrado el historial de navegación... ¿o tal vez no? Mi cara se ilumina por primera vez en todo el día. Si Yanli encuentra esa información, Wei WuXian va a tener que dar unas explicaciones, muy pero que muy incomodas a shijie. Sólo espero poder estar delante para disfrutar de las palomitas.

Si los viernes son el caos, los sábados son muerte y destrucción completas y absolutas. Nunca pensarías que la gente pudiese gastarse tanto dinero en alcohol hasta que les ves ingerir las jarras de litro de cerveza a trago. Sobre todo, cuando alguien improvisa una competición a la una de la mañana y casi medio bar decide apuntarse. ¡Tres veces he cambiado el barril esta noche! Vale, al primero no le quedaba mucho, pero ¡demonios! ¡que son de cincuenta litros! ¡y uno se vació sin cerrar el grifo ni una sola vez! Dos chupitos de tequila me gané por cambiar el barril lo suficientemente rápido como para que los últimos que quedaban en pie del concurso pudiesen disputar la final.

El tercero llegó casi a las cuatro de la mañana. Los que siempre nos cierran el bar trataron de añadirme a su grupo. Si no fuera porque el jefe les permite casi cualquier cosa, ya les habría levantado el dedo medio varias veces. Entre la pareja que insisten que cuando quiera hacemos un trío, y que varios de los integrantes intentar sobarme el trasero cada vez que me acerco a servir su mesa, no me quedan ganas de unirme a ellos. No hay suficiente alcohol gratis en el mundo para que sea aceptable.

Estaba terminando de secar las últimas piezas de vajilla que no están usándose todavía cuando, el perfectamente vestido de azul claro, Lan XiChen atraviesa la puerta con una sonrisa radiante. Miro la hora ¡joder! ¡llevo trabajando de más casi veinticinco minutos! ¡Puto jefe que se ha salido de la barra! Los habituales lo llaman a silbidos. Dos frases tremendamente absurdas se gritan como insinuaciones cutres. ¿Papucho? ¿Acaban de llamarlo papucho? Lan XiChen sólo sonríe y pregunta si he terminado ya. Las reacciones no tardan en llegar. Perfecto, ahora todos se piensan que mi novio ha venido a buscarme. Mi jefe se da cuenta de la hora y me deja marchar.

Apostar para perderDonde viven las historias. Descúbrelo ahora