Una manzana rosa

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-Maldito... Miserable... Bastardo...-fueron las primeras palabras que salieron de sus labios cuando despertó en la madrugada, recordando todo lo que le hizo Lucifer y sintiendo aun aquel horrible dolor recorrerle cada parte de su cuerpo, con mucha dificultad alcanzo a sentarse en la cama, no creyó que algo tan simple le resultaría tan difícil y lo siguiente fue peor, ponerse en pie. Hizo aparecer su micrófono y lo utilizó como bastón poniéndose en pie con cuidado tratando de retener cualquier posible quejido o grito de dolor, se sentía pegajoso y sucio en tantos sentidos, estaba hecho un asco, apenas pudo dar un paso y sintió una terrible punzada en su trasero con el semen saliendo de él deslizándose por sus muslos, bajó un poco la mirada viendo su vientre ligeramente hinchado, aunque lo peor fue ver la manzana, era como un tatuaje, aquella zona ardía al igual que su nuca, le asustaba pensar en que Lucifer le marcó como su propiedad.

Agitó un poco su cabeza tratando de no pensar en el rey del infierno y lentamente caminó dirigiéndose al baño entrando con cuidado a la tina que comenzó a llenar con agua caliente esperando aminorar un poco el dolor.

-No puedo creer que lo haya hecho... aquí, ahora... ja... que atrevido rey del infierno...-respiró profundamente y comenzó a recitar unas palabras en francés que parecían corresponder a una especie de conjuro y lentamente sus heridas fueron sanando, los rasguños y moretones comenzaban a desaparecer. Por un momento se sintió aliviado, pero al sentir un agudo dolor venir de su cuello, llevó una mano al origen de dolor y pudo sentir las marcas de los dientes de Lucifer... al parecer no se había curado por completo ni de ahí... ni de las heridas provocadas por la violación-al parecer eso tomara más tiempo-dijo sonriendo con cansancio quedándose un rato más en la bañera, hasta que se sintió aunque sea un poco mejor, lo suficiente para ponerse de pie y caminar un poco más normal a la cama donde se dejó caer en esta y con un movimiento de su mano se vistió con una acogedora pijama roja y se hizo bolita entre las mantas bajando una mano a su vientre donde estaba una de las marcas-Un maldito miserable...-murmuro con una sonrisa torcida quitando su mano y quedándose dormido.

El demonio ciervo pensaba que al fin estaba disfrutando de su privacidad, no tenía idea que Lucifer le vigilaba y estaba atento a él.

-Sera divertido Alastor, pronto volveremos a jugar- mira su bastón de manzana donde podía visualizar donde estaba Alastor, las marcas en su cuerpo no solo eran para que todos supieran que ahora su cuerpo poseía un dueño, sino que también le permitían ver que hacía y donde estaba su presa, era como un GPS que nunca perdía la señal, con la mejor resolución que podría existir- venadito, venadito ten cuidado, que te pico una serpiente venenosa.

*

De todos los empleados Charlie, Alastor y Niffty eran los primeros en levantarse para poner en marcha el hotel, la pequeña Niffty se aseguraba de dejar todo limpio y en orden, Charlie se aseguraba de dejar todo presentable y Alastor... Bueno al parecer todos los demás no tenían sentido del gusto y lo máximo que podían preparar era hielo y él no iba a morir por segunda vez comiendo cualquier porquería, por lo que aparte de compañero de negocios, preparaba la comida y nadie se quejaba pues estaba orgulloso de decir que cocinaba de maravilla.

Por eso aun adolorido, cansado y con sueño, no se podía dar el lujo de despertar hasta medio días como hubiese querido. Se despertó tan temprano como siempre, se puso su impecable traje y se dio un vistazo en el espejo asegurándose de verse presentable, sonriendo, satisfecho de verse como si nada malo hubiera pasado el otro día. Salió de su habitación y fue directo a la cocina colocándose un delantal para después empezar a cocinar, aquello servía para distraerle, incluso ya no sentía dolor, sonreía con más entusiasmo preparando una deliciosa carne de venado terminó medio y unos panqueques con chocolate y fruta para los otros, ya que ellos no eran tan carnívoros como él.

Fruto de odio y amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora