Capítulo 9

485 63 1
                                    

Usagi  se levantó, ligeramente mareada por la intensidad del beso.

—¡Sammy!

Su hermano se acercó, cojeando.

—¡He dicho que le quites las manos de encima!

—¿Qué te ha pasado? —exclamó Usagi, tomándolo por los hombros para comprobar si se había roto algo, si había sangre...

—Ay, me has arañado.

—Siéntate y cuéntanos qué te ha pasado —dijo ella, llevándolo al sofá, todavía con el corazón acelerado.

Su hermano siempre aparecía en el peor momento, desde luego.

Sammy hizo una mueca de dolor mientras se dejaba caer en el sofá, con expresión agotada.

—No puedo creer que haya llegado vivo hasta aquí.

Mamoru, mientras tanto, estaba abrochándose la camisa discretamente.

—Si no nos das alguna respuesta, puede que no sigas vivo mucho tiempo.

—¿Yo? Soy yo quien debería exigir explicaciones. Por ejemplo, ¿qué estabas haciendo con mi hermana?

—Creo que es evidente.

—Yo creo que es asqueroso —dijo Sammy—. Te dije que te apartaras de él, Usagi. ¡Nunca me haces caso!

—Ahora te hago caso —replicó ella, en jarras—. Y ya me estás contando qué ha pasado. ¿Quién robó los diamantes? ¿Quién golpeó a Mamoru  en la cabeza? ¿Quién nos disparó anoche?

Sammy se pasó una mano por la frente.

—Tengo un horrible dolor de cabeza. Y me estás gritando.

Usagi respiró profundamente, intentando calmarse. Desde que conoció a Mamoru Chiba, su vida y sus emociones parecían estar fuera de control. Si Sammy no hubiese aparecido en el momento menos adecuado, habría terminado revolcándose con Mamoru. Pero su vida amorosa... o su falta de ella, no era lo importante en aquel momento.

—Siento haberte gritado. ¿Quieres una Coca-Cola o algo de comer?

Sammy levantó sus ojos de cachorro.

—¿Tienes galletas de crema?

—No, pero puedo ir a la tienda de Sully...

—Nadie irá a ninguna parte —la interrumpió Mamoru. Sammy, por una vez en tu vida, actúa como un hombre.

—Mamoru, está herido.

Sammy hizo una mueca.

—Nunca le he caído bien.

—Pero tu hermana sí me cae bien. Y está muy preocupada por ti. Así que deja de pensar en ti mismo y, para variar, piensa en ella.

—Sólo puedo pensar en ti y en ella... Cuando os he visto juntos...

—No ha pasado nada —dijo Usagi.

—Ah, menos mal —suspiró Sammy—. Hala, ya puedes irte. Yo cuidaré de mi hermana.

Mamoru no se movió.

—Si no te importa, creo que me quedaré un rato.

—¿Y si me importa? —preguntó Sammy, haciéndose el gallito.

—Me encantaría discutirlo fuera.

—Bueno, entonces dejaré que te quedes.

—Vaya, gracias.

DIFÍCIL DE ATRAPAR  (Café Romeo Libro 2)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora