12. Confesiones y fallos

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      EL LUNES LLEGÓ EN UN CERRAR Y ABRIR DE OJOS. Tomó la ropa que había dejado preparada al día anterior y metió su pijama en una bolsa. Era el esperado día de la mudanza. Observó por última vez la habitación compartida, la extrañaría. Mientras comía el desayuno, la madre de Jessica hizo unos ricos waffles bañados de crema y de cerezas. Era un desayuno atípico en la casa, pero lo recibió gustoso. Llenó su boca, sintiéndose demasiado hambrienta. No podía evitar notar que últimamente estaba comiendo mucho más de lo que solía hacerlo, quizás se debía a que su ciclo menstrual estaría en su puerta en tan solo unos días. No le dio demasiada relevancia. Comió rápido junto a Jessica, pensando en que tendrían que hacer su caminata debajo de la tormenta de esa mañana. Su prima no paró de hablar de la presencia de los Cullen en el restaurante y todas las palabras que habían dicho. Estaba segura de que cada día que pasaba, Jess se sentía como si estuviese en un reality show en vivo.
Y de hecho, en esos últimos días no solo se había encontrado con Alice y Jasper. El sábado había ido al mercado a acompañar a su tía con sus compras de víveres mensuales. Su prima estaba cansada y con un dolor de cabeza profundo, razón por la que se quedó en casa. Le resultó extraño encontrarse con Edward Cullen en la sección de los alimentos para gatos y perros, pero lo saludó a pesar de ello. Edward también le preguntó cómo se encontraba. Al inicio, creyó que todos en la casa Cullen pensaban que tenía algún tipo de enfermedad, pero luego se convenció a si misma con que solo era un modo de hablar. Fue una corta e incómoda conversación que no duró más de tres minutos. Edward no era tan accesible al hablar y se sentía como si solo hubiese ido al super mercado por algún tipo de obligación. Era la primera vez que hablaba con él, así que se aseguró de no decirle nada a su prima. Cuando se alejó de él y movió su cabeza para atrás, juró que él estaba arrugando su nariz.

Como la novelista que estaba planeando algún día ser, se dio cuenta de que algo estaba pasando con ellos. Las coincidencias existían, estaba claro, pero encontrarlos a cada uno de ellos en cada lugar al que iba, era un tanto extraño. Recordó el domingo haber sacado la bolsa de basura y depositarla en el contenedor en la calle. Cuando levantó su cabeza, un auto de esos que solo un puñado de personas podían permitirse pagar, estaba estacionado frente a la casa. Era negro y bastante lujoso, no pudo ver quién estaba allí, pero parecía como si alguien la estaba viendo hacer su caminata. Era arriesgado definir quién era la persona allí dentro, pero en Forks, los autos lujosos no eran demasiado típicos de ver. Nadie tenía tanto dinero como los Cullen, quienes aparecían con sus costosos carros por la escuela. Y mediante el método inductivo, prefirió pensar en que alguno de los Cullen estaba allí dentro. Fue increíblemente escalofriante, aseguró. Encontrarlos por todas partes en lo que duró ese fin de semana resultaba un tanto inquietante. La parte sensata de su cabeza le dijo que no tenía que tomarse las cosas y acciones de forma personal, pues no sabía si había sido una mera coincidencia. No se trataba de Chicago, donde encontrarse dos veces con la misma persona una semana daba lugar a la duda. Vivían en un pueblo donde la mayoría de los locales se conocían mutuamente y los negocios eran muy pocos. Era evidente que en algún momento se cruzaría con sus compañeros de la escuela en diversos lugares. Pero aún así, era extraño que se los encontrara todos los días en los que duró su corto receso semanal.

Muse ✓ ⋆ Emmett CullenDonde viven las historias. Descúbrelo ahora